septiembre 04, 2008

El canto de las tórtolas




"Trazos"
Eugenio Buona (*)
Lima, 1988, p. 13




El canto de la tórtola

Justo cuando el gris del amanecer empieza a teñir las cortinas de la habitación, empieza también el tierno cu-cu-lí de la tórtola. Parece recordarnos con su canto que allí donde se levantan casas, hubo árboles, sembríos, piedras y aire limpio, y que lo importante es cantar aunque el alféizar haya sustituído a la rama. Recuerdo de niño ásperas manos color de tierra moldeando palomas huecas de arcilla; al soplar por un orificio se desgranaba el dulce canto: cu-cu-lí, cu-cu-lí. Rastros de mi infancia, huella que deja en el polvo el haz de leña que carga el burro, humo de esa leña, pies descalzos. Cu-cu-lí, cu-cu-lí, arrullo matutino, que aligera el cansancio de los años vividos

15/5/85
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"3 cuentos & 60 crónicas"
Eugenio Buona
Lima, julio 1983, pp. 105-107



Ciro

Todos los miércoles nos reuníamos en esta misma página; él con sus crónicas peruanísimas, yo con mi breve "Pie a Tierra". Miércoles y sábados publicaba "Expreso" sus artículos. El jueves, cerca de las seis de la tarde, unas horas antes de morir, vino trayendo su trabajo póstumo. "Ya estuve dos veces en el Cusco y pienso volver apenas tenga tiempo". La muerte no lo dejó tener tiempo.
Quisiera aclarar algo, antes de proseguir. Cuando muere un hombre importante, adquiere de inmediato una dimensión rotunda; son muchos los "espontáneos" que se apresuran entonces a decirnos en notas y artículos, "yo lo conocí", "yo fui su amigo", "él me decía", en un comprensible afán de verse salpicados con algunas gotas de su grandeza. No quisiera que el lector me incluya entre estos profesionales de la necrología. Además de las vinculaciones amistosas e intelectuales con "Expreso", desde que éste se fundara hace algo más de cinco años, Ciro Alegría tuvo la generosidad de prologar mi último libro de cuentos. No puedo dejar de hablar de él en este primer miércoles de ausencia. Dicho esto, prosigo.
Para muchos, Ciro era un hombre hosco, vanidoso. "Ese señor es un malcriado, cuando entra a la oficina ni saluda", me decían algunos empleados del departamento de Contabilidad. Parecía ser eso, es cierto, pero también muchos saben que bajo esa apariencia, que detrás de esos gestos duros, se ocultaba un hombre tímido con una gran capacidad de ternura.
Hace más o menos un año, Hernán Velarde invitó a comer a su casa a Ciro y a su mujer. Después de unos rocotos rellenos apagados con vino, se inició una charla variada, viva, tachonada de evocaciones provincianas. Ciro defendía amablemente al folklore de la Sierra y Selva norteños de la entusiasta y laudatoria descripción del folklore sureño que, ilustrada con excelentes grabaciones de huaynos y yaravíes, hacían Hernán y Alfonsina. Ante la evidente desventaja que significaba la total ausencia de discos de música norteña, sucedió lo inusitado: Ciro se puso a cantar.
En medio de nuestro sorprendido silencio, entonó, con voz y gesto temblorosos, una vieja canción de los balseros del río Marañón, una de esas canciones que parecen lamentos y que, seguramente, los hombres de la selva cantan para romper la soledad o, simplemente, para dejar que se vaya yendo por el aire la tristeza.
Quería nada más, contarles esto. Porque de entre todos mis recuerdos, éste de Ciro cantando esa noche, es el que más ha crecido en mi memoria. Y el que más me está doliendo en este primer miércoles de ausencia.
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(*) Francisco Vallebuona Cárdenas escribía como Eugenio Buona. Era un escritor completo, un gran escritor que no formó parte del cenáculo literario hecho de best-sellers y fama. No era pobre, era más bien de clase acomodada (si bien nos deja entrar en su niñez de clase media modesta en Barrios Altos); pero su verso y su prosa en un economía textual directa y depurada, lo describen esencialmente humano, profundamente peruano y universal porque habla, ora desde trazos de su experiencia de vida, ora desde la ficción, de la interrogante constante: La vida, la muerte, el amor, la nostalgia, la infinita soledad. Falleció hace pocos años. Sus obras de poesía: Pie a tierra (1955), Historias como fábulas, Territorio del hombre (1960), Letánicas (1963), Los arúspices (1977), Tu poblada herida; su narrativa: Mercedes Rueda (1966), 3 cuentos & 60 crónicas (1983), Trazos (1988), su columna Pie a tierra en Expreso (desde 1966 hasta los 90). Con Marco Antonio Corcuera, fué director de Cuadernos semestrales de cuento, que aparecieron en Lima entre 1967 y 1969.

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Audio



"Quisiera ser caramelo" - landó
El 4 set 2002 en el Museo de la Nación, Andrés Soto presentó su libro "Testimonio de obras. Canciones, epístolas y otros adefesios", fué ocasión en la que el INC lo declaró "Patrimonio Cultural Vivo de la Nación". Se grabó este evento, que incluye la grabación en vivo de sus temas musicales.
subido por melo zegarra



Quisiera ser caramelo de mil colores y aromas
Quisiera ser como el tiempo que no le teme a las horas (bis).
Podría entrar a tu estancia y dar calor a tu alcoba.
Podría ser como el viento y acurrucarme en las olas (bis).
Qué solitaria mi suerte, maldito amor el quererte (bis)
Podría ser pasajero de tu vagón hoy vacío.
Podría ser siempre dueño de tu mirada sin brillo (bis)
Ven a mis brazos niña, solita y desposeída
Ven a mis brazos pronto te espera la bienvenida
Zamba qué me das, dámelo todo,sino, no me quedo
Quisiera ser caramelo de mil colores y aromas.
Quisiera ser como el tiempo que no le teme a las horas (bis)