abril 07, 2009

La Orquesta Sinfónica Nacional entre 1938 y 1963

Fuente:
Fanal
Lima : IPC : Dep. de Relaciones Públicas
Vol. XVIII, N° 68, 1963, pp. 34-40
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La Orquesta Sinfónica Nacional
Decisiva influencia en la vida musical de Lima ha ejercido a lo largo de 25 años

Mario Estenssoro (*)

La fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional, ocurrida hace exactamente 25 años, constituyó un hecho fundamental en el acontecer artístico de Lima, pues a tiempo de estimular y centralizar la actividad musical alrededor de las creaciones de carácter sinfónico, permitió integrar a la ciudad en el itinerario cultural de América, retomando así el lugar significativo que ocupó desde los lejanos días virreinales. Este cuarto de siglo de existencia que conmemora el conjunto sinfónico ha sido intensamente rico en manifestaciones musicales, generando el despertar de nuevas posibilidades de creación artística que fueron aprovechadas por un grupo de jóvenes compositores y la aparición de valores interpretativos nacionales.

Los precursores

El actual conjunto sinfónico tiene no pocos antecedentes orquestales en la vida musical de la ciudad. La Sociedad Filarmónica, que cuenta con más de medio siglo de existencia, hasta entonces fue la principal animadora de la actividad musical y, con Federico Gerdes, el célebre músico peruano que conoció los secretos del arte directivo en el mismo teatro wagneriano de Bayreuth, tuvo a su cargo una orquesta con la que ya hizo conocer sinfonías de Mozart y Beethoven, entre otras obras sinfónicas. Pero el conjunto de la Filarmónica no tenía un carácter profesional y sus audiciones, sobre todo en los últimos años, se circunscribían a veladas de gala conmemorativas.

La precedencia inmediata de la Sinfónica Nacional puede encontrarse en la visita que hace más de 25 años hiciera a Lima el pianista y conductor español José Iturbi, quien dirigió el conjunto de la Sociedad Orquestal de Lima. El entusiasmo del famoso intérprete constituyó acicate para la organización de un instrumento sinfónico de carácter profesional. Otro notable músico, también de procedencia española, Ernesto Halffter alcanzó a hacer ensayos con el conjunto de la Sociedad Orquestal de Lima, los cuales, sin embargo, no llegaron a materializarse en actuación pública.

Buchwald

El nombre de Theo Buchwald, músico formado en la escuela de Viena, está íntimamente ligado a la historia de la fundación y desarrollo de la actual Orquesta Sinfónica Nacional. Llegado a Lima a través de conexiones establecidas por el pianista chileno Armando Palacios, encontró sobre todo en el inquieto espíritu de Carlos Raygada la cooperación que más tarde, con ayuda de otros peruanos, habría de hacer posible la creación del organismo instrumental. Raygada, que comenzó a hacer crítica musical en el año 1922, tuvo notable influencia orientadora en la vida artística limeña. Acogió a Buchwald en su propio hogar y puso su inteligente empeño para lograr la formación de una orquesta integrada tanto por profesionales contratados en Europa como por una selección de instrumentistas locales. A Ernesto Araujo Álvarez, influyente consejero en el gobierno del entonces General Osear R. Benavides e Inspector de Espectáculos de la Municipalidad de Lima en el año 1938, le tocó dar forma decisiva al proyecto respectivo, creándose la Sinfónica por Ley N° 8743, del 11 de agosto de dicho año. Araujo fue, inicialmente, su director administrativo, y en los pasos iniciales de la gestión contó también con la cooperación de Osear Chocano y Rosa Bryce de Chocano. La dirección artística fue confiada a Theo Buchwald, cuya afinada sensibilidad musical habría de hacer posible la conformación de un conjunto sinfónico de posibilidades interpretativas y que, en el correr de los años, fue manejado por importante número de las más calificadas batutas del mundo.

El 11 de diciembre de 1938, en homenaje a la Octava Conferencia Panamericana reunida en Lima, tuvo lugar en el Teatro Municipal el primer concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de su titular Theo Buchwald. Desde entonces, y durante 22 años, el acontecer del conjunto orquestal oficial estuvo ligado al conductor vienes. Su talento directivo estuvo siempre unido a un sentido musical fácil y de la mejor ley. Una de las cualidades sobresalientes de su personalidad, que no olvidan todos cuantos lo escucharon en esta larga trayectoria, fue su particular capacidad para adaptar e integrar la orquesta en el juego con los solistas. Motivos de salud, principalmente, le impidieron en los últimos años de su carrera dar de sí lo que poseía como vocación de auténtico artista. Murió en Lima en setiembre de 1960.

La batuta en manos peruanas

Hans Günter Mommer, joven director alemán, sucedió a Buchwald como director titular de la orquesta. Trabajador de oficio, elevó el rendimiento del conjunto desde el punto de vista instrumental, dándole afinación y medios sonoros ajustados. Su labor duró dos temporadas que le dieron oportunidad para hacer, prácticamente, su propio repertorio, pero dando limitadas oportunidades para la actuación de otros directores de prestigio mundial. Desde la conclusión de su contrato, se hizo cargo de la orquesta como director permanente, Armando Sánchez Málaga, conductor peruano en quien por primera vez se han cumplido las condiciones básicas de una técnica especializada en Alemania, al mismo tiempo que una aptitud musical expresada con sobriedad y eficiencia. Otro joven peruano, Leopoldo La Rosa, está también ligado a la institución sinfónica como su director auxiliar, labor que cumple desde el presente año y en mérito de estudios realizados en Italia. La inquietud por la disciplina directiva, estimulada ciertamente por la existencia de la Orquesta Sinfónica Nacional, ha puesto en el camino de la práctica directiva a otros jóvenes, como José Carlos Santos, quien hizo estudios en Estados Unidos de América y hoy dirige la Orquesta Sinfónica de Trujillo, Alberto Oliveros y José Malsio, que constituyen un grupo más que promisorio en este complejo arte interpretativo.

El inolvidable Kleiber

La Orquesta Sinfónica Nacional, formada por 80 instrumentistas, ha sido conducida hasta ahora por, aproximadamente, 70 directores, extranjeros y nacionales, que suman una notable experiencia para los músicos que la integran. Muchos de los que la dirigieron fueron o son personalidades de gran resonancia en el mundo universal de la música y por tanto, han impreso al conjunto posibilidades expresivas de gran vuelo, y han creado, consiguientemente, una sensibilidad obediente a los más sutiles matices del lenguaje musical. Erich Kleiber, el desaparecido director alemán, fue uno de los que no sólo por virtud de su intensa personalidad, sino también en razón de sus largas y repetidas actuaciones con la orquesta peruana, pudo ejercer una influencia formativa de primer orden. Bajo su imperiosa e inolvidable batuta, Lima conoció el ciclo completo de las nueve sinfonías de Beethoven, aunque la última fue ejecutada entonces sin los solistas vocales y sin el coro. Años después, se cumplió por fin la interpretación completa de la Novena Sinfonía bajo la dirección del mexicano Luis Herrera de la Fuente, quien contó con un grupo de cantantes del Teatro Colón de Buenos Aires y el coro del Conservatorio Nacional de Música, dirigido por Carlos Sánchez Málaga.

Se recuerda de una de las actuaciones de Kleiber en Lima un hecho anecdótico revelador de la calidad y seguridad logradas por los componentes de la Sinfónica bajo su batuta. Al terminar una de las interpretaciones, durante un festival de hace algunos años, los aplausos que siguieron fueron largos y sonoros, como siempre para Kleiber, y mucha gente del público gritaba reclamando un bis. El maestro accedió a ello y, tras dirigir los primeros compases, se retiró del escenario dejando que la orquesta siguiera ejecutando sola, como prueba de su confianza en la disciplina del grupo, que volvió a desempeñarse con igual acierto.

Diversos estilos y tendencias

Paul Kletzki, de reciente actuación, es otra de las grandes figuras musicales de hoy que animó versiones inolvidables frente a la Orquesta Sinfónica Nacional. Probablemente, junto con Kleiber, alcanza el punto culminante en el estilo directivo de gran línea. Fritz Busch, Jascha Horenstein, Sir Malcom Sargent, Hermann Scherchen, Sergiu Celibidache, Hans Kindler, Antal Dorati, Jean Morel, Juan José Castro, Carlos Chávez, Juan Matteucci y, hace pocos meses, un nuevo valor joven, el argentino Pedro I. Calderón, forman un importante cuadro de directores de resonancia mundial que, representando los más diversos estilos y tendencias interpretativas, dan a la actividad musical sinfónica en Lima una categoría artística digna de su tradición entre las más importantes capitales del continente.

Al mismo tiempo, la institución sinfónica ha hecho posible la actuación de un grupo impresionante, en calidad de solistas, de instrumentistas que, asimismo, constituyen el mejor ejemplo en los escenarios de Europa y América. Entre los pianistas se cuentan a Arrau, Backhaus, Borowsky, Rubinstein, Gieseking, Firkusny, Gulda, Brendel, Demus, Badura, Skoda, André Tchaikowsky, Baremboim, entre otros, así como a las pianistas peruanas, de gran relieve, Teresa Quesada, Lola Odiaga y Sonia Vargas. El violín ha estado representado por las figuras de Jascha Heifetz, Isaac Stern, Zino Francescatti, Yehudi Menuhin, Jaques Thibaud, Ida Haendel, Joseph Szigeti, y entre los jóvenes, más recientemente, por Laredo y Alberto Lysy. Asimismo, violoncellistas como Antonio Janigro y Fierre Founier, además del guitarrista Andrés Segovia y del arpista Nicanor Zabaleta, completan un cuadro de instrumentistas que han contribuido a animar la vida musical de Lima con los mejores ejemplos del arte interpretativo de nuestros días.

Inicial aporte peruano

Pero esta acción de la Orquesta Sinfónica Nacional no se ha circunscrito solamente al hecho de constituir un instrumento de difusión de las obras sobresalientes de la literatura musical. Ha tenido también otra trascendencia. La de estimular la producción propiamente orquestal de los compositores peruanos. En efecto, existe ya en el país un grupo de autores que han escrito obras dentro de una concepción orquestal, en tanto que las composiciones peruanas del pasado, con escasísimas excepciones, sólo fueron concebidas para un solo instrumento. Los trozos que la Sinfónica ejecutó de autores como Daniel Alomía Robles, Teodoro Valcárcel y otros, tuvieron que ser transcriptas del piano, generalmente, para su vivencia en la amplia trama sonora de la orquesta. A Rodolfo Holzmann en especial, se deben muchas de las excelentes versiones orquestales de autores peruanos, entre los que se cuentan también a Roberto Carpió. Enrique Iturriaga es el primer músico peruano que se consagra, con el Premio Internacional de Caracas, con una Suite para orquesta. De él se ejecutó asimismo en repetidas ocasiones su "Canción y Muerte de Rolando", para voz y orquesta. José Malsio, con una Obertura Sinfónica; "Estampas Peruanas", entre otras, de Armando Guevara; el "Concertino para cuerdas" de Luis Meza, obras de Pozzi Escot, Francisco Pulgar Vidal, Edgar Valcárcel y César Bolaños, forman ya la base de una producción que comienza a traducir, en diversos grados, la capacidad creadora nacional vertida en distintas formas orquestales. En la mención no puede faltar el nombre del peruano Celso Garrido Lecca, cuya producción enriquece la vida artística en Santiago de Chile, donde radica desde hace años.

No menos de mil setecientas actuaciones de la Orquesta Sinfónica Nacional, en el curso de sus 25 años, han ejercido una grande y decisiva influencia en la vida musical de Lima. Sus conciertos de temporada en el Teatro Municipal, y los de verano, al aire libre, en el escenario del Auditorium del Campo de Marte, han congregado siempre un importante público que, con sensibilidad receptiva, ha vivido gran número de las obras que conforman el repertorio de la literatura sinfónica pre-clásica, clásica, romántica, moderna y contemporánea, entre las que no han faltado las creaciones peruanas y las de autores importantes de otros países de América. Tal labor merece no sólo todo el estímulo posible para su acrecentamiento, sino también una nueva preocupación: la de extender su profunda influencia artística hacia otras direcciones, las del mundo fundamental de los niños, de los jóvenes y de otros sectores populares cada vez más amplios, a fin de que, a tiempo de formar nuevas generaciones, se alcance la plenitud de la cultura en el mundo sugerente y maravilloso de la música.




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(*) Mario Estenssoro realizó estudios musicales básicos en el Conservatorio Nacional de Música de Santiago de Chile, con Cora Bindhoff, Tapia-Caballero y Domingo Santa Cruz, entre otros. Fundó la Sección Musical de la Escuela Nacional de Maestros, de Sucre, Bolivia, primer ensayo pedagógico de su índole en América del Sur. Fue director del Conservatorio Nacional de Música, de La Paz, y posteriormente comentarista del diario "La Crónica" y de la revista "Cultura Peruana", de Lima. En la actualidad [1963], es profesor de Piano y de Metodología en el Conservatorio Nacional de Música, de Lima, y crítico de su especialidad en el diario "La Prensa".

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