Peralta, filósofo, tribuno y maestro, nació en la provincia de Parinacohas, Ayacucho, pero se educó, vivió y murió en Arequipa (una callecita de Umacollo lleva su nombre). Siendo una obra de ficción, "Walaycho" se basa en sus propias vivencias, abarcando no sólo su tierra de origen sino zonas de la sierra apurimeña y arequipeña. Narra el drama de las relaciones de poder entre hacendados (más señoriales que gamonales) y comunarios campesinos indígenas en una época de transición entre el fin del oncenio de Leguía y el inicio del régimen de Sánchez Cerro (c. 1930-31).
Acusa influencia estilística de la vanguardia literaria surperuana de inicios del siglo XX y ofrece múltiples vetas de relevancia sociológica, siendo la música, aunque importante, sólo una de ellas: hay por ejemplo, descripciones de fiestas, danzas y letras de huaynos, wayllachas y carnavales en español y quechua. Extraña que al presente no haya sido objeto de mayor divulgación y estudio, pues la edición original (Arequipa : Cuzzi, 1966, 475 p.), no ha tenido ninguna re-edición, y es de difícil acceso. Se repite el sino de las literaturas producidas y publicadas en las periferias (de "provincias"): su valoración depende no sólo de sus propios méritos sino de circunstancias variables que van del deliberado olvido al rescate providencial.
El "Walaycho" es un prototipo social característico de la sierra surandina peruana que tuvo viva vigencia hasta antes de la Reforma Agraria (1968). No es uniforme, tiene matices en función del grado de mestizaje y por lo tanto, de la clase social. Por los valores de clara raíz hispánica que enarbola (espíritu bohemio, rebelde, quijotesco, galante, mujeriego, artista empírico de dotes poético-musicales, viajero impenitente en contacto con la naturaleza, hábil jinete y laceador de caballos y toros....), muy probablemente surge del seno de las familias "mistis" de provincia, de los hacendados aposentados y aquerenciados entre quebradas y cordilleras de la agreste geografía surandina, que se dedicaron principalmente a la actividad agro-ganadera y arrieril. Por ósmosis de estrecha convivencia, pronta y progresivamente fue emulado por el emergente sector "cholo" (sujeto racialmente indio pero cada vez más amestizado culturalmente). El cusqueño Pancho Gómez Negrón ha pasado a la historia como uno de sus arquetipos más memorables
"Walaycho" es sustantivo que atraviesa el texto para construir una épica histórica dejada atrás a medida que se han ido fraguando, merced a la migración y la movilidad social, nuestras incipientes clases medias urbanas, en contrapunto con la incontenible "cholificación" de esas mismas urbes. Épica nucleada en la casta del "Walaycho", orgullosamente enarbolada por Máximo Petronel, joven abogado de ideales justicieros, miembro de una familia terrateniente de Anyalo. No podía faltar una conflictiva relación amorosa con la cholita más bella del lugar, llamada Zelmicha Puma.
Ecos vivos de esa época dura de mistis e indios, se traducen al día de hoy en la música y las danzas folclorizadas de Puno, Cusco, Apurímac y Ayacucho. Ese walaycho sublimado de régimen estamental y patriarcal, al día de hoy se diversifica en los matices regionales del qorilazo, el k'arabotas o el morochuco.
Cito a continuación algunos párrafos en que Peralta dibuja la idiosincracia de este personaje:
- ...renombrado "cholero", el Don Juan criollo a quien bastaba tomar la iniciativa para llegar al objetivo, el niño sobrado i "confianzudo" que tuteaba por igual a mestizas, cholas e indígenas, se queda ahora contemplando como un bobo a la moza morena...
(p. 20) - ¿Tanto mal me deseas madre?
- ¡Calla estúpido! ¿yo desearte males? Digo que tú tiene todas las del walaycho: complaciente con los amigos, ojo vivo para las mujeres, generoso hasta el ridículo i siempre planchado de bolsillos; deseando todo para los demás i nada para el provecho propio; sacando el pecho en defensa de los pobres diablos que nunca agradecen, i enfrentándote a los poderosos que todo lo tienen en sus manos"
No es culpa mía mamá si tengo algo de Quijote en la sangre...
(p. 40)
- ...yo no soy un walaycho vulgar. No puedo seguir siéndolo. No precisamente porque está de moda vituperar el donjuanismo sino porque es cosa de cobardes i de pobres diablos cifrar el goce de los sentidos en la infelicidad de las mujeres. Que esto es demasiado sentimentalismo, puede ser. Pero es lo correcto. No todas las mujeres toman el amor por mero pasatiempo. I menos estas mujeres ingenuas de la sierra, para quienes el amor es algo trascendental. I por otro lado, aunque es bellísima esta Zelmicha, yo no me voy a casar con ella. No por el prejuicio de que soy un doctor i ella es una cholita talón rajado. Yo soy un revolucionario. Para mí han desparecido las fronteras sociales. Pero... ¿pero qué? Creo que de la teoría a la práctica hay mucha distancia. ¿Cómo podría ser que yo...? Ah, soy todavía una víctima de los prejuicios feudales...
(p. 42)
- Máximo Petronel, walaycho por sus cuatro costados, es decir, más enamorado que un gallito chino, tenía siempre en mente aquella máxima antigua : "toda oveja con su pareja", por eso, desde que aprendió a cantar sin gallitos, nunca dejó de tener su amada fiel i complaciente...
(p. 143)
- El hombre de Soraya vive inmerso en tinta de tinterillo plácidamente, como en modorra de parásito -enfiló su pensamiento por otro paraje mental-. Se conserva en alcohol. Esta vida urbana de chupatintas i politiqueros voraces está en consonancia con los remansos de vida de estos valles interandinos. Estos agricultores rutinarios, comerciantes de bajo vuelo i reseros de segunda mano carecen de bravura i de espíritu de aventura. No son capaces de jugarse la vida ni siquiera en defensa propia. carecen de audacia. No son de empresa. Los karabotas chumbivilcanos i los morochucos humanguinos son sin duda una excepción, producto de las montañas abruptas i de las sierras inclementes. Hablamos de esto mestizos sensuales, huesos dulces, de Soraya, quienes tendrían que dormir a los pies de aquéllos para aprender a lacear toros bravos en campo pelado i a dominar endiablados caballitos saltamontes de pelo zambo i alma atravesada...
(p. 258)
- Iba Petronel calle abajo, noche adentro, sin rubo fijo. Su lengua acibarada registraba la cicuta de la exasperación. Quería resumir su vida en un juicio. No podía. No tenía mano sino juicios ajenos. Tal vez acertados. Su propia madre le había dicho una vez: " eres un hombre raro: mitad bohemio i mitad Quijote: walaycho".
(p. 474)
//marcela cornejo d.
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Enlaces
Espíritu bohemio en la inmensidad de la Puna
Charango cholo
Chirapu (1928) : Literatura y política en el Perú - Wilfredo Kapsoli
Walaycho Qorilazo. Memoria oral quechua en los Andes
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