marzo 21, 2007

Brevísima semblanza del valse criollo peruano



Fuente:
Folklore. Reencuentro del hombre con sus raíces
Lima, ago. 1978, N° 1
Directora: Victoria Santa Cruz
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Brevísima semblanza del valse criollo peruano
César Santa Cruz

 


Edith Barr y pareja (rev. Caretas)


Desde los distantes años en los cuales el waltz (el vals vienes) llegó a esta nuestra "tres veces coronada…" y paralelamente a la acogida que le fue dispensada en lujosas residencias donde se afincó en el medio popular, la gente de este ambiente lo adaptó y adoptó. Así, en ese orden. Músicos y danzarines populares paulatinamente adicionaron al vals vienés, conjuntamente con discretas evocaciones de escalas pentafónicas incaicas, elementos de las un tanto acriolladas danzas en boga: mazurca y jota y, sin proponérselo deliberadamente, desgermanizaron a la arrebatadora danza en sus planteamientos musical y coreográfico, creando, por consecuencia, lo que andando el tiempo habría de ser conocido como "valse peruano" más allá de nuestras fronteras y, en el ambiente nacional, como "valse criollo"; expresiones ambas cuya implícita intención es señalar la diferencia entre el vals elaborado en casa y el oriundo de Viena.La identificación del criollo limeño con el fruto de su eclecticismo musical y dancístico se hace evidente a través de la historia. La importancia adquirida por el valse en el consenso popular ha dado lugar a que el hombre costeño lo aprecie como máxima expresión de sentimiento musical y bailable. Si bien en más de un momento la moda pospuso al valse llevándolo a extremos de una aparente desaparición, otras tantas veces resurgió con renovada prestancia y galanura.
En Lima y algunos departamentos de la costa la idea de Canción Criolla aparece tercamente ligada al valse (como sinónimo). Para casi la totalidad de compositores, intérpretes y quienes lo disfrutan oyendo y bailando, las expresiones: (hoy día tan comunes) "cultivo de la canción criolla", "conservación de la canción criolla", "defensa de la canción criolla", son equivalentes de Cultivo, Conservación y Defensa del valse criollo. El "Día de la Canción Criolla" durante muchos años bien pudo ser aceptado y celebrado como "Día del valse criollo" dada la copiosa información, comentarios, polémicas, críticas, anécdotas, etc. que diarios, revistas, programas en TV y emisoras radiales ofrecían (y aún ofrecen) en torno a él. Qué mejor prueba de la hondura alcanzada por el valse criollo en el sentimiento de hombres que desenvuelven su actividad diaria en lo que, a veces, con criterio elitista, llaman "mundos diferentes".

Si apreciamos de esta manera el valse criollo, vale decir, tomando conciencia de su valor como producto folklórico de un sector del territorio patrio, el enjuiciamiento minimizante, gratuitamente agresivo, etc., que ceñudamente se insiste en esgrimir para vilipendiarlo, queda perdido, se diluye en el absurdo o en lo anecdótico frente al manifiesto apoyo del calor popular. El valse definido en su elaboración o estructura "criolla" superó limitaciones temporales inherentes a la moda; al hacerlo CANCIÓN se le prohijó en el barrio, y desde entonces ha estado presente en el repertorio de las gentes modestas. En el salón, el vals vienés permanecerá durante una época y será desplazado, finalmente, por nueva danza. En el ambiente popular se continuará disfrutando la danza ternaria, fuertemente cimentada en su carácter cada vez más "local".

Barrido por la moda el vals vienés en los salones limeños, más de un joven criollo "burgués o aristócrata" vuelve los ojos hacia el valse popular; le toman cariño, se identifican con su peculiar ritmo y variada coreografía. La estructura social de la época determina que la gente modesta se considere honrada al recibirlos en sus hogares, aceptándoles "actitudes" que no tolerarían durante sus fiestas a ningún amigo o pariente. El malestar que estos "devaneos juveniles" produjo entre las "familias conocidas", puede ser medido por la administración de calificativos tales como: jaranista, libertino, perdulario, juerguista, persona de "mal vivir" etc. Hay que pensar, necesariamente, que el valse criollo, nacido en un período de grandes diferencias sociales, tenía que ser rechazado en lugares ajenos a su habitual medio ambiente; los prejuicios generados en la época han dejado, hasta hoy, una secuela negativa... ¡hay necesidad de librarse de ella!; todavía algunos niegan al valse criollo sitio en el concierto de la canción peruana; se tilda al valse de música populachera y no popular. Parece que esto es consecuencia de haber aceptado el estereotipo de un ente criollo malignamente inventado, cuya figura, en el caso del valse, posibilita ubicarla en "el rincón" tocándola con las orejas y cucurucho estigmatizante que correspondían a un sistema de la escolaridad ya superado, pues en función de dicho "invento" se dice y escribe que el intérprete popular costeño canta, sin comprender, las "raras figuras literarias o poéticas de huachafa(*) y curiosa concepción" de su repertorio.

Sin embargo, unas veces jacarandoso, otras sentimental y tristón el vals, descontando las primeras décadas del período en el cual se adapta y, tomando en consideración sus 80 largos años de auténtico y definido sabor costeño, continúa siendo el cauce propicio por el que discurre generoso el sentimiento criollo en forma de frase poética, romántica o burlona, o también en forma de alegre o cadenciosa melodía que sienten por igual, muy suya, gentes de nuestra costa de centro, sur y norte. Por lo demás, el lenguaje de la canción popular se interpreta y analiza. No se cuestiona. 

(*) Huachafo: De mal gusto