Fuente:
Centenario del estreno en Lima de la ópera Atahualpa
Guillermo Ugarte Chamorro
Estudios de Teatro Peruano.
Serie IV, N° 154, 1° ene. 1979
Lima : Universidad Nacional Mayor de San Marcos : Servicio
de Publicaciones.
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Centenario del estreno en Lima de la ópera Atahualpa
Por: Guillermo Ugarte Chamorro
Numerosas son las producciones de teatro lírico inspirados
en la figura del inca Atahualpa y compuestas por autores peruanos y
extranjeros, algunos de renombre internacional.
Entre ellos claramente se destaca con valores específicos, la ópera en
cuatro actos Atahualpa, con música de Carlos Enrique Pasta [Carlo Enrico Pasta] y libreto de Antonio
Ghislanzoni. Su estreno absoluto se
efectuó en el teatro Paganini de Génova, el 23 de noviembre de 1875. En Lima la estrenó en el teatro Principal
hace un siglo, el 11 de enero de 1877, la Compañía Italiana de Opera encabezada
por la soprano Blanca Montesini.
Carlos Enrique Pasta fue un destacado compositor italiano
(Milán 1817-1898) que en diversas oportunidades, residió en Lima animando y
prestigiando el ambiente musical. Pasta
está gratamente vinculado a la historia del teatro lírico en el Perú,
principalmente por su ópera o drama lírico Atahualpa; por ser el creador de La
Fronda, la primera ópera que se compuso en nuestro país (1871), y por ser el
primer actor que llevó a la escena peruana los temas musicales indígenas,
anticipándose en varios años a José María Valle Riestra, autor de la ópera
Ollanta. En su zarzuela ¡Pobre indio!
(Lima, 1868) - con libreto del escritor arequipeño Juan M. Cossio- se
escucharon por vez primera en ese género teatral, un huayno y dos
yaravíes. Pasta además, compuso y
estrenó en Lima las zarzuelas El loco de la guardilla, La copla del diablo, Rafael
Sanzio y Placeres y dolores, estas dos últimas también con libreto de Juan M.
Cossio.
En cuanto a Antonio Ghislanzoni, el libretista de Atahualpa,
bástenos recordar que fue el célebre autor de la letra de Aída, la inmortal
ópera de Giuseppe Verdi.
El argumento de Atahualpa es el siguiente:
Cerca de Cajamarca, las huestes de Francisco Pizarro,
descontentas con las vanas promesas de su capitán, deciden volverse a España, y
el padre Valverde logra disuadirlas y en nombre de Dios y España, todos juran
continuar su histórica empresa. El
emisario Hernando de Soto llega a Cajamarca y anuncia que embajadores el Inca
traen valiosos regalos en signo de paz y amistad. Soto, Fernando Pizarro y los
embajadores indígenas se dirigen al campamento
de Atahualpa en Huamachuco. Allí
nacen repentinos y apasionados los amores de Soto y Cora, sobrina del inca y
sacerdotisa del Sol. Desoyendo las
advertencias el Coro y atendiendo el pedido de Cora, Atahualpa admite como
huéspedes a los españoles y los invita a una entrevista en Cajamarca. En la plaza de esta ciudad, el monarca arroja
la Biblia que le muestra Valverde. Luego
de sangrienta lucha Atahualpa cae prisionero y es condenado a muerte. Cora, aconsejada por Soto, solicita y obtiene
del pueblo un inmenso tesoro que, de acuerdo con Francisco Pizarro, es
entregado a los españoles a cambio de la vida del monarca [sic.]. Pizarro incumple su palabra y el Inca es
ejecutado. Cora, desesperada, se hiere
mortalmente con el puñal que arrebata del cinto a su amado. Sólo exclama:
"¡Ah, la tierra a nuestro nombre,
deberá temblar de horror!"
El coro a su vez, con las melodías del Himno Nacional del Perú
canta:
"Al hermano vengaremos,
como libres viviremos,
o en la lucha viviremos
maldiciendo al opresor"
El prestigio de que gozaba el maestro Pasta y el entrañable
tema histórico de la obra, concitaron enorme expectativa en el público limeño
que en la noche del estreno, colmó el aforo del Teatro principal. la interpretación artística satisfizo ampliamente. Blanca Montesini, soprano, encarnó a Cora;
Giovani Carbone, barítono, a Atahualpa, gaetano Ortisi, tenor, a Soto; Catalini
Cuyas, barítono, a Francisco Pizarro, y José Magner, bajo, al padre
Valverde. Francisco Rosa dirigió la
orquesta. Pasta fué llamado varas veces
a escena y recibió una corona de laurel y un cheque de dos mil soles (suma
extraordinaria en aquellos tiempos), obsequio del señor Dionisio Derteano, a
quien estuvo dedicado el Atahualpa.
El público concurrió con igual entusiasmo a las siete
siguientes representaciones de Atahualpa a pesar de la estación veraniega y de
que -como lo anotó El Comercio- uno de los días de función coincidió "con
la víspera de la salida del vapor Europa", hecho que siempre alborotaba a
las principales familias limeñas. por su
parte, un cronista de El Nacional comentó: "El crítico más severo tendría
mil y un elogios a esa excelente obra con que Pasta se ha conquistado un puesto
al lado de tantos otros grandes compositores", y añadió que el maestro
José Bernardo Alcedo, el glorioso autor de nuestro Himno Nacional, había
confirmado la opinión de ese diarios de que Atahualpa "era una ópera que
merecía los aplausos del público más inteligente".
En ese mismo año de 1877, la imprenta La Patria de la calle
Zárate en Lima, publicó el libreto de Atahualpa, hoy joya bibliográfica por su
gran rareza.
Enlaces
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