Fuente:
Regan, Jaime
La música en las Misiones de Maynas en los siglos XVII y XVIII. En: Actas del simposio internacional:
"El imaginario jesuita en los reinos americanos (ss. XVI-XIX)". Juan Dejo SJ [rec.]. Lima : Universidad
Antonio Ruiz de Montoya, 2016, pp. 60-65
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La música en las Misiones de
Mainas en los siglos XVII Y XVIII
Jaime Regan, S.J.
En 1638 la
Provincia de Quito de la Compañía de Jesús fundó su primera misión amazónica
como respuesta a una invitación del gobernador de Maynas. A diferencia de la actuación de los
encomenderos de trabajo forzoso y denigración de la población local, los
misioneros jesuitas pusieron en marcha un proyecto de desarrollo de las
cualidades humanas de las personas como base para la interiorización de los valores
cristianos y la expresión de su fe en la liturgia. Este proyecto fue
interrumpido con la expulsión de la Compañía de los territorios españoles en
1767.
El padre
Francisco de Figueroa (1986: 278-279), natural de Popayán y superior de la
Misión, escribió en 1661 en sus primeros años de labor misionera, que todos los
pueblos tenían conocimiento del Dios creador, pero no le hacían culto.
Todas las naciones que hasta
ahora se han tratado tienen conocimiento de Dios y vocablo con que en cada
idioma lo nombran, llamándolo también Nuestro Padre y Nuestro Abuelo. Y dicen
que creó el cielo, la tierra, los hombres y demás cosas, y que creando las
comidas para sus hijos, que son los hombres, se fue al cielo […] tan sin darle
culto, ni reconocimiento de divinidad, ni aun al demonio o ídolos (porque no
los tienen ni se halla cosa que adoren), que por esta parte se pueden llamar
ateistas, sin Dios que reconozcan.
La falta de culto
causó extrañeza a estos hombres formados en la perspectiva del Principio y
Fundamento de los Ejercicios Espirituales: El
hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor. Y
mediante esto salvar su ánima.
Los padres
enseñaban la doctrina cristiana y los indígenas aprendían el catecismo mediante
cantos. Sin embargo, más de cien años más tarde, los jesuitas todavía dudaban
que los indígenas entendiesen la doctrina cristiana. El padre Francisco Xavier
Veigl, jesuita austríaco escribiendo en 1768, dijo que no quedaba claro que los
indígenas comprendiesen los misterios más esenciales de la fe.
[…] queda siempre la sospecha –
indudablemente una de las más agudas espinas clavadas en el corazón de los
misioneros – de no haber abrazado jamás la fe con la debida sinceridad, sino
fingido […]. Luego de todos los esfuerzos para hacerles comprender, hasta donde
sea posible, los misterios más esenciales, al preguntar finalmente si reconocen
lo explicado como verdad, la respuesta que se recibe no será otra que “shina
chari”, palabras frías también en el uso lingüístico cotidiano, que significan
“así debe ser, será pues así”.
Sin embargo, en
la celebración de la liturgia encontraron una forma de llevar a sus feligreses
a alabar y hacer reverencia a Dios. Lo que alentó a los misioneros en su tarea
evangelizadora era la afición de los indígenas por la música, y la emplearon en
el proceso de la evangelización. Tenían la certeza de que sus feligreses
tuvieran la misma capacidad intelectual y práctica que los europeos. En aquella
época la música barroca era la mejor forma de expresar el culto en la iglesia,
sobre todo las formas de cámara, orquesta y policoralidad (Kennedy 1993) y
sirvió como el medio más apto de expresar la fe.
Existen varios
estudios del empleo de la música en las reducciones jesuitas, sobre todo en
Paraguay y en la Chiquitanía, pero era una característica de prácticamente
todas las misiones jesuitas. Durante el
proceso de restauración de los tiempos jesuíticos de las misiones en el oriente
boliviano en 1986, se descubrió en un depósito una riqueza musical de gran
magnitud. Hallaron más de 5,000 hojas de música sacra en Chiquitos y 4,000 en
Moxos, todas partituras escritas entre los siglos XVII y XVIII, tanto por
músicos europeos como por miembros de los pueblos originarios. Esta música fue
interpretada en estos pueblos en los días festivos.
Aunque no se
hayan descubierto las partituras en Mainas, hay amplios testimonios en los
escritos de la época de la importancia de la música en estas reducciones. Los
misioneros de Mainas formaban orquestas y coros para el culto en la iglesia. Traían
a jóvenes españoles y mestizos de Lamas para enseñarles a cantar.
El P. Wenceslao
Breyer, de origen bohemio, enseñó a varios a tocar el violín, el P. Martín Iriarte les enseñaba a leer y escribir las notas musicales, y mandó a algunos
jóvenes a perfeccionarse en arpa y violín en Lima. En Jeberos el P. Francisco
Xavier Zephyris introdujo un coro de clarines, cornetines y flautas, y otro
coro de doce muchachos escogidos y de buenas voces. Un misionero trajo al río
Napo un buen arpista de Quito para enseñar a los habitantes de las misiones, y
en Santo Tomás de Andoas el misionero costeó el viaje a Quito de un joven para
aprender a tocar el arpa (idem: 650).
En Lagunas se
había formado un reconocido coro:
Bernardo Zurmillén, siendo
misionero del pueblo de la Laguna habilitó a ocho o diez muchachos para cantar
misa de cantos tan armoniosos, y bien ordenados, que a juicio de algunos padres
acostumbrados a oír en Europa Misa de buenos conciertos, no tenían en qué ceder
a los más armoniosos y arreglados de una capilla de música completa (ídem:
649-650).
En las misiones
aprendían solfeo y a tocar arpa y violín y algunos fueron llevados a Lima para
perfeccionarse y luego volvían a enseñar a otros.
[…] llevó consigo el P. Iriarte a
la Laguna dos muchachos hábiles omaguas, Adán y Estanislao, a quienes había
enseñado a leer y escribir, y a estos enseñaron solfa y tocar arpa y violín
otros dos músicos de allá, que el P. Ignacio Falcón, misionero, llevó de Lima cuando
fue procurador, y gastando 200 pesos enseñó con maestros diestros. Vueltos al pueblo al año, ya enseñados, y
casados, tocaban en las Misas domingos, sábados y viernes, y en las fiestas, y
estos enseñaron a otros; con que teníamos una Misa competente, con dos arpas y
cuatro violines, que podían lucir como los guaraníes, y se fue comunicando a
otros pueblos (Uriarte 1986: 182-183).
Para los
misioneros era importante un suministro de instrumentos musicales. El P. Juan
Bautista Julián (1972: 276), en una carta a otro misionero, le recordó su
encargo de flautas.
Espero con ansias las flautas que
me prometió el P. Santiago Albelda; si es que se le olvidó mi encargo, ruego a
Su Rev. que me las envíe a la primera ocasión, ya que los indios son muy
aficionados a esta clase de música.
También había
coros acompañados de instrumentos musicales.
En festividades mayores, así como
todos los sábados, se celebraba una misa cantada solemne con la asistencia de
los acólitos instruidos ya en el servicio del altar, pulcramente vestidos,
interviniendo generalmente sólo el conjunto de voces del coro reunido con este fin,
y acompañado a veces con instrumentos musicales y entre éstos, incluso,
trompeta (Chantre y Herrera 1901: 656-659).
Se celebraban
fiestas como las del Navidad, Corpus, Semana Santa y el patrón del pueblo
(véase Meier 2001). Por ejemplo, la fiesta del Sábado Santo se celebraba el
sábado por la mañana:
A proporción de la devoción
dolorosa y compasión del Viernes Santo, era la festiva del Sábado Santo. Al
entonar el sacerdote el Gloria in Excelsis en la Misa cantada se abrían de
repente las ventanas de la Iglesia, llenándose toda de luz y alegría, la cual
aumentaba con el repique de las campanas y con el sonido repentino de cajas y
pífanos y clarines que las acompañaban desde fuera. Dentro de la Iglesia
revoloteaban pajaritos vistosos de varios colores que se soltaban por todas
partes, y al mismo tiempo caían sobre la gente estampitas y vitelas que con
idea y artificio tenían prevenidos los sacristanes en el techo de la iglesia
(Chantre y Herrera 1901: 667).
La fiesta del
Corpus también se celebraba con danzas.
Termino (mi carta) con la
descripción de la magnífica procesión que tuvimos hoy, fiesta del Corpus. Con
mucho arte los indios adornaron la plaza del pueblo (Lagunas) y levantaron altares
en sus cuatro costados. Llegaron a misa completamente sobrios, pues les había
inculcado incesantemente cuán nefasta era la ebriedad. Tres grupos de
bailarines, adornados con plumas multicolores, abrieron la danza en honor al
Santísimo Sacramento, como lo prescribe la costumbre española. Los indios más
destacados llevaban el palio del Santísimo y dos indiecitos arrojaban hojas de
limonero y naranjo al paso de la procesión. Los bailarines llevaban muchos
cascabeles en las piernas y en los brazos, que al moverse tintineaban a más no
poder. Los otros indios blandían rítmicamente sus armas decoradas todas con
plumas de diversos colores (Breyer 1969: 255).
Después de la Misa y procesión, los fieles celebraban con sus propios instrumentos y danzas.
Terminada la procesión los tres
grupos de bailarines me acompañaron a casa, donde me tenían preparada la
sorpresa de un verdadero banquete indio. Durante toda la comida no cesaron de
tocar sus flautas, pífanos y tambores y de ejecutar danzas delante de mí. Terminado el banquete me levanté para
agradecerles su bondad y gentileza y les rogué que para coronar tan gran día se
abstuvieran de todo exceso en la bebida. Vana ilusión e inútil petición fue
esto, pues para los indios la fiesta no es tal si no culmina en borrachera y
gritería. Y así sucedió también en este santo día (ídem).
La música invita
y convoca. Los yameos, que vivían cerca de San Joaquín, salían de los bosques
para escuchar cantar a los jóvenes omaguas.
[…] los Yameos, poco antes pacificados
por los contornos del pueblo, salían a bandadas de sus bosques, por sólo oír
cantar a los chicos omaguas en la Iglesia. Y después de fundados sus pueblos,
repetían viajes a San Joaquín, así hombres como mujeres, por el gusto que hallaban
en el canto (Chantre y Herrera 1901: 652)
Los descendientes
de los músicos indígenas en Bolivia han continuado hasta hoy fabricando estos
instrumentos y ejecutando la misma música. Sin embargo, entre los cocamas en la
región Loreto del Perú, descendientes de los evangelizados en el siglo XVII,
actualmente se ha perdido la práctica de esta música; inclusive la música barroca,
pero algunas pocas familias han seguido la tradición de elaborar violines, la
lectura de partituras y de tocar temas populares para celebrar las fiestas
religiosas.
La elaboración de
los violines, instrumento introducido en la región por los jesuitas, fue
incorporada a su propia tecnología. Utilizan materiales del lugar, madera de
cedro y las cuerdas hechas de las tripas del lagarto. Se realiza entre las 4 y 7
de la mañana para que las cuerdas se queden bien templadas antes del intenso calor
del mediodía. Los violines se fabrican
con el mismo ritual empleado para la construcción de canoas. Tiene que cumplirse un ayuno estricto todo el
día y abstenerse de relaciones sexuales. También hacen bendiciones, llamadas
icaros con sahumerio de humo de tabaco. Se realiza este ritual para que el
instrumento tenga un buen sonido y que no se quiebre fácilmente (Alex Aquituari
Ahuanari, Nauta, comunicación personal).
El empleo de la
música en las Misiones de Mainas, que está poco conocido en el resto del país,
estaba a la par no sólo de la de otras misiones de América del Sur,
Norte-américa, Asia y África, sino de lo más elegante de la desarrollada en las
cámaras de Europa. No quedan los edificios característicos de las otras
reducciones. Hay tan sólo campanas y estatuas, las huellas de la música y una
espiritualidad transmitida de padres a hijos.
Bibliografía
BREYER, Wenceslao
1969 "Carta a su Hermano, sacerdote jesuita en Praga, escrita en la
Reducción de Santiago de Laguna, el 18 de junio de 1699", Cartas e Informes de Misioneros Extranjeros
en Hispanoamérica, Mauro Matthei, compilador, primera parte, pp. 188-194.
Santiago: Universidad Católica de Chile.
CHANTRE Y
HERRERA, José
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Francisco de
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KENNEDY, T. Frank
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MEIER, Johannes
s/f La importancia de la música en las misiones de los jesuitas”, en La Misión y los Jesuitas en la América
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1986 [original 1772] Diario de un
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1972 “Carta al P. Hermenegildo Adam, escrita en la misión de Santo Tomás de Andoas,
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de Misioneros Extranjeros en Hispanoamérica, Mauro Matthei, compilador,
tercera parte, pp. 381-384. Santiago: Universidad Católica de Chile.
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Vídeo
Chaák o Kitag: violín Awajún
Don Carlos Chuin Antuash
Kayap, Wampami, Amazonas, Perú - 2016
"Cuando le dije (a Don Carlos) que toque el violín, me dijo que no podía porque no tenía a quién cantarle. Entonces le dije que me cante a mí. Preguntó para qué...le dije que para que yo vuelva. Entonces comenzó a tocar el violin" (Josefa Nolte)
La anécdota forma parte de la investigación que Josefa Nolte realiza sobre la cerámica del pueblo Awajún. La filmación fue realizada por Leslie Searles.
Video compartido en FB por Lilia Romero Soto, aquí
Enlaces
Música y danza en el señorío lupaca (Chucuito-Puno)- Marcela Cornejo
Los jesuitas en Mainas, Nueva España y Paraguay - Rev. Chasqui (Boletín cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores. Lima, año 6, Nro. 12, 2008)
Las misiones jesuitas en la zona de Maynas, siglo XVIII - Ismael Jiménez