octubre 28, 2021

El origen del vals peruano - Juan Gonzalo Rose


Callejón limeño en apunte de Camilo Blas
Imagen: MALI

En la historia del vals peruano primero fueron las retretas en los anocheceres de los domingo prisa. Allá en las plazoletas y en los parques del siglo antepasado, bandas militares, que bajo las glorietas, olvidaban los sones marciales de las tendencias políticas y caudillescas para entregarse a la paz giratoria de los valses vieneses.

Lima en ese entonces era una ciudad alejada de la Sierra por la distancia y la indiferencia. En esa ciudad vivía un gran sector de población criolla, amestizada, que no sentía como suyos -musicalmente hablando- ni las mazurkas de los grandes salones contusos virreinales, ni tampoco la zamacueca que los negros de los extramuros habían elevado, triunfal y revoltosa, con su corona de pañuelos blancos.

Los criollos, los mestizos; la clase media del pentagrama, buscaron entonces un ritmo verdaderamente suyo y, al carecer de raíces propias, renegando por igual de los hispanizantes engolados y de los negros altisonantes, se adueñaron de los valses europeos, de esos sones danzarines de retretas y de pianos para insuflarles su ser, su ámbito, su anécdota, su ritmo de alma y pie; vale decir, su peruanidad adolescente, su limeñismo de insurgencia republicana.

Pero, para que aquella transformación se realizara era necesario no sólo variar de orientación y de postura sino también de instrumento ¿Quién tenía una banda en su casa? Pero, en cambio, ahí estaba ella, colgada en la pared. Guardando confidencias calentada ya por el humor de los mulatos dicharacheros. Personal, liviana, fácilmente transportable. Femenina en sus maderas, simple en sus cordajes: la guitarra.

La guitarra fue el nido donde nació el vals criollo. En ella se enroscaron las serpentinas de las retretas domingueras y feriadas; los trozos de zarzuela que exigían en nombre del cotarro limeñísimo la mudanza de letras; los ecos nostálgicos del yaraví acribillado; los cuentos verdaderos de las provincias impacientes.

Aunque el vals peruano nació entre los criollos de la clase media, lenta y seguramente se abrió paso entre sectores de condición económica más humilde. Los "niños bien" de 1900 lo acogieron con entusiasmo para saciar inconformismos juveniles, sacudir la modorra, pinchar a los abuelos terribles y solemnes y encandilar a las mocitas con secretos deseos de aventura. Así y todo hemos de reconocer que hubo un grupo de polendas encabezado por Alejandro Ayarza; periodista incisivo, dramaturgo chispeante que tomó el nombre de su seudónimo literario: 'Karamanduka'.

Él, Alejandro Ayarza 'Karamanduka', creó el primer vals de éxito que todo Lima cantó a voz en cuello o furtivamente. No sólo atraía a todos la quebrada insolencia de sus estrofas, el culto por lo nuestro, sino también su cadencia en la cual estallaba -al fin- el contenido ritmo de una picardía que, aunque de estirpe andaluza, era peruana y limeña. Flor y pepa de jarana. Todos sabemos su nombre: La Palizada.


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* Esta glosa fue tomada de Juan Gonzalo Rose en una presentación de música peruana en la Sala Alzedo (Elementos del Perú)


Compartido por "Canto peruano" en FB (21 oct. 2014)


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Video


Un suspiro
Autor: Pedro Bocanegra
Arreglo para guitarra y ejecución: Walter Lozada

[subido por Walter Lozada]


"Si te vas, qué me queda"
Autora: Leonor García
Voz: Lucho Barrios
subido por quipu100

No quiero quiero recordarte mis tristezas como el único amor que aún atesoro márchate, más no vuelvas la cabeza ni te detengas porque entonces, lloro Dulzura de mis noches ya pasadas tibieza de mi amor sobre tu almohada y del amor vivido qué me queda si tu te alejas no me queda nada Si te vas de mi te recordare como una ilusión que murió al nacer fuiste para mi cual pétalo de rosas que su vida acabó tras el candil cual mariposa Pero vete ya, no me quedaré con este dolor, yo no se que haré esa fiera que es el hombre en el despecho tal vez despierte en mí y yo no sé lo que haga


Enlaces

Valses nobles y sentimentales
Una entrega de "Alma, corazón y vida" / Flores para Adrián - Manuel Acosta Ojeda
"Celajes, florestas y secretos" - José A. Llorens, Rodrigo Chocano
"Mi vida entre cantos" - Alicia Maguiña [enlace alternativo]