septiembre 29, 2012

La quijada o carachacha


Ultima actualización: 30 jun. 2014


Son de los diablos, son, 
que venimos a bailar, 
y el pícaro Cachafaz, la quijada va a tocar...
[atrib. a Fernando Soria Menacho "Ño Bisté", c. 1940's]



Este es uno de los instrumentos más caracterizadores de la sonoridad mestiza afro-peruana.  Hay documentos sobre su uso desde siglo XVIII, que connotan un  arraigo popular sostenido hasta el presente,  a pesar de la condición prácticamente marginal en que tuvo que sobrevivir hasta hace pocas décadas.  Aparte del término convencional de quijada, el pueblo le adjudicó otros de carácter onomatopéyico como carachacha, charrasga, carraca, carrasca, charaina, etcétera.  Sin embargo, hoy  se usa más comúnmente  el término quijada o quijada de burro (aunque no sea sólo de burro). En inglés se llama donkey jawbone.

No sólo en el Perú se toca.  También está documentado su uso en Cuba (donde acompaña el son y el punto), República Dominicana, Haití, en la costa Pacífico de Colombia (como el Chocó), Costa Rica, sur de México (Oaxaca en la costa Pacífico y Veracruz en la costa Atlántica),  en Guatemala, Belice (donde acompaña, junto a tambores, la música buru), y en Chiloé (sur de Chile).  En algunos países su uso ha cobrado fuerza en décadas recientes:
  • ...Años atrás, las quijadas de burro se veían sólo en los potreros, semienterradas y en medio de algún hormiguero, sin embargo, a partir de que en algunos países hispanoamericanos se empezó a utilizar como instrumento musical, se han convertido en un objeto comercial... [Al son de la quijada -  Tlacotalpan, Veracruz]
En otros, se habla de la recuperación de este instrumento, que había caído en desuso, como en Costa Rica.   Este es un terreno aún muy movedizo, precisamente por la escasa investigación especializada  (histórica y musicológica) que el humilde maxilar ha merecido.   El denominador común es la casi nula investigación de su periplo americano y su evolución performática, siendo pocas ideas las que se tienen por seguras: que se trata de un instrumento afro-americano, y que se usa para acompañar música mestiza afro-americana (entendiendo lo afro-americano por lo afro-latinoamericano).  De todos modos, habiendo una muy alta probabilidad de esta certeza, creo que esto puede ser aún revisable; habría que indagar más en la historia musical hispana, e incluso de la costa occidental africana y el Magreb. Es claro que este instrumento debió surgir en una cultura cuya economía tenía incorporado sistemáticamente el uso de la fuerza motriz de los animales de que provenía (caballos, mulas, burros, asnos), y cuyo entorno geográfico debía ser predominantemente árido y seco (como es el caso precisamente de la costa peruana), condición que podía propiciar su espontáneo descubrimiento.


Archivo TAFOS (Roxana Chávez, Chincha, 1997)


Referencias históricas en el Perú: 

Tenemos varias referencias textuales e iconográficas sobre el uso histórico de este instrumento.

El texto más temprano conocido a la fecha es de 1775, de Carrió de la Vandera  (Concolorcorvo), quien consideró la música de los negros mucho más grosera que la de los indios, en particular la producida por esos maxilares chirriantes, que le sonaban destemplados.  Notemos  que se refiere al uso de este instrumento por  los negros bozales, no ladinos:
  • ...Las diversiones de los negros bozales son las más bárbaras y groseras que se pueden imaginar. Su canto es un aúllo. De ver sólo los instrumentos de su música se inferirá lo desagradable de su sonido. La quijada de un asno, bien descarnada, con su dentadura floja, son las cuerdas de su principal instrumento, que rascan con un hueso de carnero, asta u otro palo duro, con que hacen unos altos y tiples tan fastidiosos y desagradables que provocan a tapar los oídos o a correr a los burros, que son los animales más estólidos y menos espantadizos. En lugar del agradable tamborilillo de los indios, le ciñen [a su tipo de tambor] un pellejo tosco. Este tambor le carga un negro, tendido sobre su cabeza, y otro va por detrás, con dos palitos en la mano, en figura de zancos, golpeando el cuero con sus puntas, sin orden y sólo con el fin de hacer ruido. Los demás instrumentos son igualmente pulidos, y sus danzas se reducen a menear la barriga y las caderas con mucha deshonestidad, a que acompañan con gestos ridículos, y que traen a la imaginación la fiesta que hacen al diablo los brujos en sus sábados, y finalmente sólo se parecen las diversiones de los negros a las de los indios, en que todas principian  y finalizan en borracheras.   [El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires, hasta Lima... Alonso Carrió de la Vandera - Concolorcorvo [1775].  Caracas : Biblioteca Ayacucho, 1985, pp. 175-176 - énfasis agregado]

Fernando Romero encontró referencias textuales sobre este instrumento en el Mercurio Peruano de 1791.  Se trata de un texto suscrito por José Rossi Rubi, quien corrobora  la observación de Concolorcorvo de su uso por negros bozales antes que ladinos:


  • Ya hemos dicho que la música de los bozales es sumamente desapasible. El tambor es su principal instrumento, el más común es el que forman con una botija o con un cilindro de palo hueco por dentro. Los de esta construcción no los tocan con baquetas, sino los golpean con las manos. Tienen unas pequeñas flautas que inspiran con las narices. Sacan una especie de ruido musical golpeando una quijada de caballo ó borrico, descarnada, seca, y con la dentadura movible; lo mismo hacen frotando un palo liso con otro entrecortado en la superficie. El instrumento que tiene algún asomo de melodía es el que llaman marimba. Se compone de unas tablitas delgadas y angostas, ajustadas a cuatro líneas de distancia de la boca de unas calabazas secas y vacías, aseguradas éstas y aquellas sobre un arco de madera. Tócase con dos palitos como algunos Salterios de Bohemia. El diámetro de las dichas calabazas que vá siempre en disminución, lo hace susceptible de modificarse a las alternativas del diapasón, y no deja a veces de rendir un sonido tolerable aún para los oídos delicados. Por lo demás, debemos confesar que, en la música, en el baile, y en otras muchísimas relaciones dependientes del talento y el gusto, muchísimo más atrasados están los negros en comparación de los indios, que los indios respectivamente a los españoles [Conclusión del rasgo sobre las congregaciones públicas de los negros bozales - José Rossi Rubí.  En: Mercurio Peruano. Lima, 19 de junio de 1791, N° 49, ff. 120-125 - énfasis agregado]

Poco después Felipe Bauzá y José Espinoza pasaron por la ciudad como parte de la  expedición científica española Malaspina (1789-94).  En un texto atribuido erróneamente al naturalista Tadeo Haenke, mencionan  algunos aspectos de las costumbres populares  limeñas, llamándoles particular atención las de la población de origen africano:
  • ...Asistían los negros [a la fiesta del Corpus Christi], unos con las cabezas adornadas con plumas de gallos, otros con tarjetas en los brazos y palos en las manos figurando una especie de batalla, pegándose golpes a compás de la música en los escudos unos a los otros, quienes repetían lo mismo a su vez. Hacían otros de reyes y de reinas, yendo debajo de un quitasol con su compañía de criados, y con una gravedad y mesura que excitaban la risa. No les falta gracia para bufones a estas pobres gentes, que se olvidan así de su esclavitud y presentan varias de las costumbres de su patria. / Los instrumentos que usaban eran también de bambú, llevados a espaldas de un negro, yendo detrás el que los toca. Además llevan una especie de salterio formado de varias tabletas de diferentes dimensiones puestas en series, en cuya parte inferior cuelga de cada una una calabacilla, cuyo conjunto suple la caja con cavidad que hay debajo de las cuerdas de cada instrumento para que se aumente el sonido. Éste se parece al zumbido del agua cuando cae de un pozo y retumba. Llevan también manojos de cascabeles y panderos, formando con todos estos instrumentos una música ruidosa y alborotadora [...] Distínguense sus danzas con los nombres de Tarengo, Caballo cojo, Don Mateo, el Torito, el Matatoro, el Zango, el Agua de nieve, etc. Por lo general baila uno solo, y el mayor aguante constituye su habilidad. Otras veces bailan dos o cuatro personas, cantando al mismo tiempo y haciendo contorsiones ridículas y opuestas a la decencia, pero que no tienen la menor influencia entre estas gentes cuyas impresiones cesan con la diversión. Tocan durante esta sesión, además de los instrumentos ya citados, unas pequeñas flautas que suenan con la respiración de la nariz; golpean también con una quijada de caballo o borrico descarnada, con la dentadura movible, y frotando un palo liso con otro entrecortado en la superficie. Forman con todos estos instrumentos una música ruidosa y desapacible... [Carácter, genio y costumbres de los limeños y estado de las ciencias en Lima.  En: Descripción del Perú.  Por Tadeo Haenke, socio de las Academias de Ciencias de Viena y de Praga.  Lima : Imprenta El Lucero, 1901, pp. 20-43 [352 p.] - énfasis agregado] 

Concolorcorvo (1775), Rossi Rubi (1791)  y Bauzá-Espinoza (1789-94) ofrecen claras referencias sobre danzas e  instrumentos que la población de origen africano desarrollaba en la costa central por lo menos desde la segunda mitad del siglo XVIII.  Entre los instrumentos es notoria la presencia de la quijada además de unas marimbas rústicas, flautas pequeñas sopladas por la nariz, pares de palos frotados  (uno liso y otro dentado), panderos, cascabeles, y algunos tipos de tambores membranónos, sean percutados con las manos o con palillos, destacando uno que era llevado encima de la cabeza o en  la espalda (¿el hombro más bien?) por uno  para que otro lo percuta por atrás.  Tomemos en cuenta que debieron haber diferencias claras entre los instrumentos que tocaban los negros bozales y los ladinos, los cuales por deducción lógica, debieron ser cada vez más dados a adoptar los instrumentos de cuerda de los salones en que servían.  Estas diferencias debieron notarse  hasta las primeras décadas del siglo XIX cuando termina el abyecto negocio esclavista y se fusionan  en una amalgama común, cada vez más mestiza y diversa, las prácticas musicales de los afrodescendientes.

De las referencias iconográficas, tan o más elocuentes que los textos,  la más temprana es la del  Códice Trujillo del Perú, elaborado entre 1782 y 1785:


Danza de Diablicos (Códice Trujillo del Perú - il. E145) 
Se observa la ejecución de tres instrumentos: guitarra, quijada y cajita


Desde las primeras décadas  del siglo XIX, Pancho Fierro trazó varias acuarelas con la danza del Son de los Diablos, de las cuales sólo se difunden masivamente unas cuantas (no todas las acuarelas que se le atribuyen salieron de su mano; es claro que más allá de su vasta obra personal, legó un estilo para graficar estampas costumbristas de la época).  En casi todos los apuntes referidos a la danza del Son de los Diablos aparece el ejecutante de quijada o carachacha en primero o segundo plano, acompañado siempre de un ejecutante de cajita y frecuentemente de guitarra y de arpa.  Algunos ejemplos:

Danza de Diablos el Día de Cuasimodo
Colección de The Hispanic Society of América  
["Tipos del Perú. La Lima criolla de Pancho Fierro". Natalia Majluf, Marcus B. Burke. Madrid : El Viso, 2008, p. 120]

 Sigue el Son de los Diablos / (El diablo de la cajita) (1820)
[colección de la Pinacoteca Municipal Ignacio Merino - Municipalidad de Lima]




Portada del LP Lupe Parrondo y un siglo de música peruana [1972],  donde se aprecia el Son de los diablos acompañado con quijada, arpa y guitarra
La imagen  proviene del blog Vinilos peruanos, donde podremos escuchar cinco zamacuecas 
del siglo XIX recopiladas por Claudio Rebagliati.


En un  clásico texto de 1939 de Fernando Romero, Instrumentos musicales de la costa zamba, encontramos dos acuarelas de Pancho Fierro en que podemos ver el desarrollo del Son de los Diablos con arpa y guitarra, además de las infaltables quijada y cajita.  Otras imágenes sobre el uso de la quijada en esta danza, se pueden ver aquí.

Los documentos señalan que la quijada se ejecutaba en las fiestas coloniales de Corpus Christi y Cuasimodo,  que eso persistió a inicios de la república, y que se desplazó con más vigor desde fines del siglo XIX a inicios del siglo XX, a las fiestas de carnaval,  que es donde ha quedado -con recesos y reactualizaciones- hasta la fecha.  El género que acompaña la quijada es  principalmente el Festejo que (de acuerdo a Alicia Maguiña) engloba al Alcatraz, al Ingá y al Son de los Diablos.   En performances escénicas de décadas recientes, más sofisticadas (con influencia de jazz y bossa nova), podemos ver la quijada acompañando ya no sólo festejos sino landós y otros géneros.  Podemos apreciar la forma de acompañar landó con este instrumento, aquí.


Aspecto físico

Se trata de un maxilar inferior que perteneció alguna vez a algún buen burro, mula, asno o caballo.  Este maxilar debe tener los molares posteriores aflojados de sus alvéolos, no así los caninos frontales. Una  zona entre los molares y caninos, en la parte de la barbilla,  queda libre, para que la mano del ejecutante pueda sostener el instrumento por esa parte.   Como varios otros  instrumentos de la música afroperuana, éste surge de reutilizar algo que está en desuso o descartado (ha sido el caso también del cajón y de la cajita).  En este caso, el factor climático jugó su rol.  Las osamentas de los nobles animales de trabajo (de campo, de arrieraje...), que permanecían mucho tiempo a la intemperie,  bajo el sol  inclemente y entre el seco suelo costeño, debieron poner a punto esas quijadas, sin mayor tratamiento químico, descubriendo espontáneamente su sonoridad a quienes las manipulaban, personas humildes que carecían de monedas para comprar instrumentos, y que por ello debían inventarlos de las formas más heterodoxas e ingeniosas.

Nicomedes Santa Cruz explica  la forma de limpiar y aflojar los molares:
  • ...si al fin tenemos la suerte de conseguir una quijada, lo más probable es que no suenen sus molares por conservar adheridos, entre las piezas y alvéolos, restos momificados de carne.  Conviene entonces rociar ron de quemar sobre las muelas y prenderle fuego por unos instantes.  Repetir  esta operación varias veces y finalmente, remojarla bien en ron de quemar y dejarla en el techo o azotea para que seque al sol..  Al cabo de varios días de repetir esta última operación se advertirá que las muelas empiezan a aflojar y al menor golpe sueltan su peculiar sonido -carraquiento, de donde viene el onomatopéyico nombre de caracacha, hoy en desuso -. [La quijada de burro. Nicomedes Sata Cruz.  La Nueva Crónica - Suplemento.  Lima, domingo 11 nov. 1973, p. 19] 
En la costa peruana la quijada opera como instrumento de percusión e idiófono  a la vez, debido a las variadas formas de ejecución, por:
  • Golpe de mano
  • Percusión rítmica de mano
  • Sacudimiento (el ejecutante levanta el instrumento al aire y lo sacude)
  • Raspado (para esto se usa un complemento llamado raspador que puede ser una pieza de hueso, de palo -madera- o un peine)


Nicomedes Santa Cruz, Ronaldo Campos, Caitro Soto (1970's)


 Áreas donde se ejecuta:

Según el Mapa de instrumentos musicales de uso popular en el Perú [Lima : INC, 1978, pp. 52-53], tenemos las siguientes áreas, que coinciden con las de las antiguas intendencias coloniales de Trujillo y Lima, sobre la costa centro-norte:
  • Ica: Chincha, Ica, Pisco
  • La Libertad: Pacasmayo, Trujillo
  • Lambayeque: Chiclayo, Lambayeque
  • Lima: Cañete, Chancay, Lima
  • Piura: Ayabaca, Morropón. Paita, Piura, Sullana, Talara.

El vibraslap

La modernidad globalizada ha producido un instrumento que emula el sonido de la quijada.  Fué inventado y patentado en 1997 por Martin Cohen, dueño de la compañía Latin Percussion, especializada en instrumentos de percusión.  Concebido como vibraslap, se comercializa también como donkey call o rattleslap.  A diferencia del maxilar tradicional, éste se hace de varios tamaños y materiales, por lo general, metal y madera.  Podemos ver detalles sobre este instrumento aquí.


//marcela cornejo d.

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Video



Pepe Villalobos acompaña un festejo de su inspiración (Chinchiví)(1)  tocando quijada.
Grabación de estudio con Lucila Campos, aquí
Subido por



Apaña el algodón negrito
moja los palitos 
Que con la muñiga
pronto van a arder 
Cansado termina
la faena del campo
pero muy contento
se va calentando
Negro se pone guarapo
cuanto toma chinchivi
negro se pone sabroso
cuando toma chinchivi
Chinchivi  hace reír
chinchivi  hace gozar
Negro se pone guarapo
cuando toma chinchivi
negro se pone sabroso
cuando toma chinchivi
Ay, Chinchivi hace reir
chinchivi hace gozar 



Audio

Arroz con concolón (2)
Interpretación: Juan Criado (Cantautor - en la imagen del audio se le ve con el rostro pintado y con una quijada) y La Cuadrilla Morena



Cómo va doña Francisca,
sírvame algo de almorzar.
Yo vengo de la limpiada,
me voy pa' Lunahuaná.
Me voy a ver a mi zamba,
me lo ha dicho don José
que esa cosita buena/seria
no se debe de perder
Arroz con concolón 
con su bitute, ollita nomá
Ollita nomá
con su bitute ollita nomá...
Bueno, adiós, doña Francisca
ya me voy a retirar.
Cuando vea del ganchete
ya verá usted, ya verá.
Cuando me vea del brazo
del negrito Nicolás,
se va a tomar su cañazo,
ya verá usted, ya verá
Arroz con concolón 
con su bitute, ollita nomá
Ollita nomá
con su bitute ollita nomá...




1 Chinchiví (afronesgrismo): tipo de chicha hecha a base de caña de azúcar, aromatizada con nuez moscada, jengibre (kión), clavo de olor, canela y flores de sauco,  consumida popularmente en la costa central  peruana (Lima, Ica, parte de Arequipa), especialmente por la población afrodescendiente.
2. Concolón (afronesgrismo):  parte quemada del arroz, que se pega a la olla.



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Enlaces


El festejo - Juan Criado y Lito Gonzales (1967)
Foto en FB del Seminario Afroperuano de Artes y Letras



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