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La resbalosa, más antigua que la marinera
Juan José Vega
La resbalosa es una danza criolla afroperuana llena de gracia, de la onda “de los bailes de la tierra” o de “ombligada”, la cual ha permanecido vigente por ser vinculación, antaño, con la zamacueca y hoy con la marinera, a la cual sigue siempre, sobre todo en las fiestas de a verdad, jaraneras.
Esto, naturalmente en Lima y El Callao, donde tanta fuerza tuvo el aporte africano, porque la marinera carece de fuga, esto es, de resbalosa, en otras áreas del Perú, inclusive de la costa. Es sólo de lares rimenses. Aún más, tampoco ha sobrevivido en distintos países sudamericanos, en los que se bailan “danzas de la tierra”. La cueca chilena, por ejemplo, no tiene su segunda parte con la resbalosa (o refalosa).
A causa de un criminal descuido del Estado (que ampara la “cultura-chatarra”) la resbalosa y su melliza, la marinera limeña van cediendo terreno en nuestra colectividad, mientras avanza la variante norteña y aun el tondero piurano, que tanto se parece a la marinera trujillana, al decir de los entendidos. Es hora pues de proteger también lo de Lima. Conozcamos el pasado de nuestra resbalosa.
Historia antigua
La resbalosa es más vieja que la marinera. Debió nacer entre decenas de danzas afroperuanas en la época de la Independencia. Parece que al principio se la llamó refalosa, pero sea como fuere se impuso entre las más populares. Ella, la danzante de la pareja, se quitaba alguna prenda para bailar más suelta, con mayor desenfado.
Las danzas afroperuanas fueron calificadas siempre con los adjetivos más subidos de tono. Eran ellas expresión de un canto a la vida, que no se adaptaba a la sociedad cristiana, al igual que el folklore pagano indígena de los Andes. Constituían los bailes africanos, en su origen, vivas representaciones del amor carnal, y desde luego también las hubo menos ardorosas, pero siempre vivaces, pícaras, atractivas, sensuales, salvo para las mentalidades pacatas o para quienes ejercían funciones religiosas católicas, que constituían un elevado porcentaje de la población.
Existe más de un centenar de testimonios extranjeros en torno a esos bailes (casi los únicos sobre tal folklore, puesto que los criollos lo miraban de arriba abajo, generalmente). Respecto a la resbalosa, escogemos en estas líneas la mejor versión, la del culto viajero francés Max Radiguet, quien pasó algunos años en Lima.
1845: El Callao
1845: El Callao
“La orquesta, si se puede llamar así, a la fuerza instrumental que lanzaba a los bailarines al movimiento rítmico, se componía de dos guitarras, de las que se hacían vibrar todas las cuerdas a la vez, de una mesa sobre la cual se tamborileaba con los puños, y de un coro de voces discordantes. La acción tenía por intérpretes a un negro y a una zamba. El hombre desnudo hasta la cintura parecía orgulloso de su busto donde se seguía el juego de sus músculos a través de una piel oscura y lisa, como esas piedras que la mar rueda hacia la ribera”.
Como era obvio, Radiguet se fijó más en la mujer que lucía “una falda muy adornada y coloreada de rojo y naranja; había tirado el chal de lanilla azul que estorba sus movimientos, y su blusa sin mangas estaba apenas sujeta en los hombros por el lazo mal anudado de un cordón. Habíamos llegado al desenlace de una “resbalosa”; al menos, tal nos pareció ser el baile ejecutado. Tuvo lugar una pausa, durante la cual los músicos y los danzantes pidieron al licor plateado del pisco algo más de energía y nuevas inspiraciones. A una señal de la orquesta, el negro y la zamba se aproximaron y colocados uno frente al otro, tomaron ambos una actitud fieramente provocadora en desafío, mientras el coro entonaba la canción siguiente: “Tú dices que no me quieres/ ¿por qué no me quieres, di?/ yo dejo de ser querido/ sólo por quererte a ti/ ahora zamba y cómo no”. La mujer tenía en la mano derecha su pañuelo desplegado, al que un gesto circular imprimía un movimiento de lenta rotación que parecía ser un llamado a su pareja” (acompañado el gesto de miradas insinuantes, conforme leemos en versiones de otros autores).
“Él, los codos hacia fuera y las manos apretadas sobre las caderas, se aproximó bamboleándose con confianza; la bailarina entonces, con un aire de coquetería, comenzó una serie de resbalones y volteretas con la intención de evitar las miradas de su compañero, quien por su parte, se agotaba en vanos esfuerzos por mirarla de frente. Luego cansado de una maniobra estéril, se puso a brincar bailando para su propia satisfacción, y simulaba con fuerza su indiferencia."
"La zamba se le reunió al instante, zapateando con una encantadora seducción; luego retrocedió, volvió aún y reconquistó su prestigio, produciendo tesoros de gracia y flexibilidad. El negro encadenado de nuevo detrás de ella, siguiendo lo mejor que podía sus evoluciones. Ora ella se mecía lentamente como el pájaro que planea y oscila antes de desplomarse; ora ella se agitaba como el pez que ruido espanta. Sus movimientos, a veces de una regularidad perfecta, se transformaban de repente, se volvían vivos, desiguales, incomprensibles."
"A medida que la acción se desarrollaba. Los guitarristas rasgaban sus instrumentos con más pasión; el choque cadencioso de los puños hacía estremecer las botellas sobre la mesa sacudida. La concurrencia, a una sola voz, cantaba gritando: "Quisiera ser como el perro/ para amar y no sentir/ el perro como es paciente/ todo se le va en dormir;/ ahora zamba y como no".
"El baile tomó luego un carácter más vehemente, los giros dejaron lugar a gestos apasionados, a posturas lascivas, a expresiones más y más ardientes e impetuosas. Las miradas de los bailarines, clavadas la una en la otra, se devolvían sus relámpagos, sus rodillas se entrechocaban, sus entrañas se estremecían como galvanizadas. Enérgicas palpitaciones hacían ondular su pecho. Al fin un estremecimiento febril sacudió el cuerpo del negro. Se hubiera dicho que concentraba en una suprema aspiración magnética todo el poder de su voluntad. La zamba se erguía contra esa llamada facinerosa; pero sus pasos inciertos la volvían a traer hacia aquel de quien ella quería huir; desmelenada, jadeante, vencida, acabó por caer en los brazos del negro que la levantó triunfante y la depositó, medio desmayada, sobre un sofá, en medio de una explosión de aplausos y vivas".
Los criollistas
Cierto espacio han brindado los criollistas a la resbalosa. El que más le ha dado es Fernando Romero, en su "Afronegrismos", que incluye aspectos de la danza en la sierra norte de Argentina. También el gran Nicomedes Santa Cruz y Abelardo Gamarra "El Tunante". Asimismo, Aurelio Collantes, "La Voz de la Tradición", quien editó letras, al igual que el musicólogo Carlos Raygada.
José Diez Canseco, que mucho supo de negrerías, citó a "la resbalosa sandunguera, con decires criollos". Manuel Moncloa y Corrubias hablaba de un personaje que "zapateaba vertiginosamente, batiendo su pañuelo por encima de la cabeza de Manonga, como en señal de triunfo, mientras ella casi envuelta por el suyo, y sosteniendo con la izquierda el almidonado traje, movía las caderas con rapidez y lascivia de (bailadora) de profesión, y bajando llegaba casi hasta el suelo...".
Las letras de los cantores
A pesar del desdén oficial por el arte popular, resbalosas todavía quedan bastantes, aun cuando sus letras hayan sufrido deterioro, muchas veces. A menudo, los cantores mismos las recortaban o trocaban una palabras por otras, para aliviar el doble sentido que encerraban. Famosas son “La Jarra de Oro”, “Yo no voy al prado”, “La Caporala”, “Oiga Ud. mi Coronel', "De colores se visten los campos”, “San Juan”, etc.
Una muy señalable, de 1905, posee el extraño nombre de "Pallagulla", que dice así: "Y me llaman mozo malo/ será porque tengo facha/ sin embargo de haberle hecho/ un bien a cada muchacha./ Que bonito canta/ ahora sí, que sí/ tu cuculí/ ahora sí que sí/ como me gusta tu cuculí./ Dicen que soy mozo malo/ que vivo a sol y sereno/ ya me hubieran enterrado/ si no fuera yo tan bueno.../ Ahora sí que sí". O este otro fragmento, también de pícara letra: "Bartola, suéltate la cola/ si toda el alma te he dado/ aquí delante de todos/ negrita curucumbé/ ¡qué fuera que estando solos!". En otra resbalosa se escucha: "no me rasque Ud la olla/ que no tiene concolón...".
Otras encierran mayor poesía; es muy conocida aquella de "Yo vivo triste y el corazón me duele/ me duele tanto que ya no puedo más/ no hay en el mundo quien a mí consuele/ ni quien mitigue mi doliente mal". En otra resbalosa, el cantor menciona las riquezas que presuntuosamente posee, oro, plata y hasta cobre, para terminar un mendigo ante el amor: "En todito yo soy abundante/ solo en el querer soy pobre". Una resbalosa exalta lo vibrante de nuestra danza: "China buenamoza/ china que pierde la calma/ cuando oye una resbalosa". Según Manuel Acosta Ojeda, muchos versos de resbalosas conocía aquel gran señor de la música afrolimeña, don Vicente Vásquez.
En cuanto a incitaciones a bailar la resbalosa, antes se exclamaba, tras la marinera: "Una sin otra no vale"; hoy se usa "no hay primera sin segunda"; y desde luego: "A resbalarse se ha dicho". La frase "para qué tanto brinco, si el suelo está parejo”, que critica a los alharaquientos, también emana de la resbalosa.
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Video:
Marineras de Lima, con Resbalosa y Fuga 1
Conjunto "Tradición limeña"
José Villalobos, Gustavo Urbina y Jorge Villanueva "Chapulín"