marzo 21, 2007

Bailes nacionales en Amancaes



Fuente:
Lima. Apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres
Manuel Atanasio Fuentes
Lima: Banco Industrial del Perú, 1985, 249 p. (año de la edición original: 1867)
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Amancaes - Bailes nacionales
Manuel Atanasio Fuentes


Amancaes - Léonce Angrand (c. 1834)
Gente de todos los colores y clases...juegan, beben, recogen flores y regresan a Lima a la Hora de la Oración
(Von Tschudi) - cita tomada de Caretas



El 24 de junio, día de San Juan, empiezan los paseos a las lomas de Amancaes, situadas como a media legua de la plaza principal. El sitio es hermoso y agradable; las altas colinas que rodean una extensa pampa se cubren de verdura sobre la cual se elevan numerosas flores grandes y amarillas llamadas "amancaes", y una inmensidad de florecillas de varias clases y colores, y entre ellas la conocida con el nombre de "San Juan" porque principian a salir en ese día. En la pampa existen varios ranchos o barracas cuyos dueños venden comestibles y licores. En los días de mayor concurrencia, que son los domingos y lunes, se encuentran en esas barracas algunos "harpistas" y "guitarristas" y se improvisan, dentro de ellas, bailes en que no se conocen polcas ni mazurcas, sino "zamacuecas".

La "zamacueca" ha sido el baile nacional más eminentemente popular; hoy en que la galopa, la polca y el vals tempestuoso han lanzado de los aristocráticos salones "al minué", "al londú" y "a la cachucha", bailes favoritos de nuestros padres, la "zamacueca" se ha visto también condenada a aparecer de vez en cuando en las íntimas reuniones de familia, para ejercer su dominio únicamente en la casa del obrero, en la de la mujer de vida alegre y en las cabañas de Amancaes.

Ya que hemos hablado, aunque incidentalmente de nuestros antiguos bailes, diremos dos palabras sobre los maestros del arte coreográfico que más recuerdos han dejado en Lima.

La profesión de maestro de baile era ejercida sólo por negros y zambos, entre los cuales había diversas categorías; unos no usaban, para sus lecciones, más música que la vocal; otros cargaban su guitarra, y los terceros, de más elevado rango, se servían de la guitarra de sus discípulas. Los primeros profesores daban por lo general lecciones a la gente de su clase y color entre la cual figuraron las muy acreditadas bailarinas, favorecidas por "señores oidores", muchas de ellas., que concurrían a los famosos bailes de mulatas. Entre esos maestros descollaba un negro Tragaluz (no sabemos si tal era su nombre o su apodo) que tenía el talento de hacer con solo su boca una orquesta completa, imitando desde el trombón hasta el flautín. Tragaluz tenía además su tecnología especial; así, daba a sus pasos los nombres de "figura real"; "traspies circunflejo"; "paso de la sirenita"; "cohete de soga falso", etc.

Componía además bailes, y son obras suyas el "londú floreado", el "valse de aguas" y la "cachucha intencional".En la segunda categoría debemos recordar a los maestros Elejalde y Monteblanco, ambos negros del más puro negro. Elejalde se distinguía en el vals y en la zamacueca de la sociedad. Monteblanco, hombre de maneras excesivamente finas y de facciones excesivamente toscas, mereció ser, en su tiempo, el profesor predilecto de las señoritas de Lima, y en algunos colegios. Deseando dar a su lenguaje toda la elegancia a que lo obligaba su roce con la buena sociedad, creó frases especiales de una singular cultura. Así, para saludar a una de sus discípulas la decía: "Señorita: cómo ha sufrido V. el curso de anoche a acá?. Si le preguntaban cómo estaba de salud, respondía: "Combatiendo el tiempo y sus estragos, no he sentido detrimento, muchas gracias". A más elevada clase perteneció el maestro Martínez que no cargaba, como Elejalde y Monteblanco, la estupenda guitarra adornada con grandes lazos de cintas de todos colores. Martínez era un negro fino, elegante, siempre bien vestido y de buenos modales. Sus discípulas eran todas señoritas de buen tono.

Muy apurados nos veríamos para clasificar al muy célebre maestro Hueso que hace poco tiempo bajó a la huesa. Es natural creer que cuando se dedicó a la profesión de bailarín tendría expedito el uso de sus piernas y pies, pero nosotros lo hemos conocido, hace algunos años, dando lecciones, a pesar de la gota y de los reumatismos que le tenían piernas y pies hinchados sin permitirle hacer más "figuras" que arrastrar los últimos. El maestro Hueso era un zambo de la talla de un granadero; usaba leva negra ancha y larga, chinelas amarillas, gorro blanco y sombrero de ala ancha. Andaba siempre a caballo, y se le hubiera tomado fácilmente por un "cirujano romancista", si no se le viera por debajo de la capa, que cubría su humanidad en invierno y en verano, parte de la funda verde que encerraba el violín a cuyos dulces ecos daba sus lecciones ese Matusalén coreógrafo.

Todas esas celebridades han desaparecido ya; la polca y el vals no necesitan de maestros, a lo que parece; el único profesor de piruetas que hoy existe en Lima es el maestro Navarro, zambo cuyo primer oficio fue el de talabartero pero que comprendió después que el frac le sentaba mejor que el mandil, y que mover las piernas era más cómodo que manejar la lezna y las suelas,
Después de estos ligeros rasgos, volvamos a Amancaes.

La concurrencia a ese lugar es muy numerosa en ciertos días y se compone de individuos de toda clase social. Se puede ir a la pampa a pie, en carruaje o a caballo. Desde el establecimiento de los coches públicos ha desaparecido el balancín, pesado y viejo vehículo, tirado por dos caballos y manejado por un negro que cabalgaba sobre uno de ellos; los balancines servían para todos los paseos y para los viajes al Callao y al Chorrillo. Era de rigor que los caballos estuviesen flacos como unos esqueletos, razón por la cual, tomados como tipo de las pocas carnes, se decía de un animal o de un hombre: "es tan flaco como un caballo balancinero". El balancinero debía ser hombre alegre y entendido en canciones, pues para alentar a sus caballos no empleaba las palabras groseras del mayoral de diligencias españolas, sino alegres coplas.Las señoras y caballeros decentes cabalgan a la europea, pero las mujeres de la plebe montan a caballo a horcajadas, como los hombres, y con el vestido que habitualmente usan.

Cuando un matrimonio no puede disponer más que de una bestia se acomoda en ella, cabalgando el hombre a la grupa.

Hemos dicho que el baile de Amancaes es la zamacueca; la orquesta para ese baile se compone de arpa y guitarra, y a estos instrumentos se agrega una especie de tambor, hecho regularmente de un cajón cuyas tablas se desclavan para que el golpe sea más sonoro. Tocase este instrumento con las manos o con dos pedazos de caña, y es difícil formarse idea de la pericia y oído con que el negro que toca el cajón sigue el compás de la música y anima a los bailarines.

Como el cajón es el alma de la orquesta, la plebe ha dado a la zamacueca el nombre de "polca de cajón".

La música es siempre acompañada de las voces de dos o más negros y al fin de cada verso, forman coro todos los que quieran o sepan cantar; esos finales se llaman "fugas" y durante ellos son más vivos v podemos decirlo, más lascivos los movimientos.

La zamacueca conservando siempre su índole y el genio de su música, ha sufrido varias modificaciones y tenido diversos nombres; hoy se la conoce con el de "zangüaraña" después de haberse llamado "maisito", "ecuador", etc.

No son muy aventajados los poetas que se dedican a hacer versos para la zamacueca; los más de ellos son los mismos guitarristas en quienes el aguardiente despierta el numen de la improvisación.


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Links:
La resbalosa, más antigua que la marinera - Juan José Vega
La Marinera - José Gálvez
La Marinera - Nicomedes Santa Cruz