febrero 24, 2008

La orfandad de políticas para preservar nuestra memoria sonora (II)


Si estuviéramos en cualquier país latinoamericano el caso de la negligente gestión de los fondos documentales de Radio Nacional y Radio La Crónica ameritaría un exhaustiva investigación para establecer responsabilidades. El olvido es cómplice de la impunidad, y como vemos, este método se aplica a muchas instituciones públicas que son puestas al servicio de la leve contingencia de la tienda política antes que de la nación peruana. No se trata lamentablemente, de casos aislados, pues muchas bibliotecas públicas por ejemplo, son abandonadas, conducidas al fracaso y/o destruidas para transfigurarlas en centros de proselitismo político u objeto de especulación inmobiliaria. Para muchos alcaldes, una gestión exitosa es injertar tremendos edificios y centros comerciales fosforescentes que loan al dios del consumo, para que nos enajenen aún más de lo que es la poesía, la verdadera belleza y la verdadera trascendencia. Si es así en Lima, no dan ganas de imaginar siquiera lo que pasa en provincias.
La única manera de conjurar a tanto militante o pariente advenedizo e incompetente, que perpetra actos de lesa cultura contra todos/as nosotros/as es la vigilancia ciudadana, la visibilización de estos problemas y la fiscalización de su gestión, sean del rango que sean.
Por otro lado, es incomprensible que no existan políticas claras sobre gestión de nuestro patrimonio cultural, desde la promoción de la investigación, puesta en valor, al registro, resguardo y difusión. Es de una lógica elemental normar para que los/as investigadores/as extranjeros/as dejen una copia de la información que recojen así como de los resultados de sus trabajos en idioma español para que los/as peruanos/as puedan acceder y consultar estas fuentes. No es tanto una problema de falta de voluntad para cumplir con ello, sino que a la hora de canalizar los frutos de su trabajo se encuentran con murallas de incompetencia y desidia. Muchas de las mejores investigaciones en ciencias sociales están principalmente en idioma inglés, y no pocas veces circulan sólo en los países de donde provienen sus autores/as.
Los dueños o herederos de colecciones particulares que desean venderlas tendrían que acudir a una instacia adecuada para que sus bienes sean tasados por especialistas. La primera opción de compra, por ley, debería corresponder a instituciones públicas o privadas peruanas.
//m. cornejo.

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Fuente:
Gaceta Cultural
Lima : INC, N° 18, abr. 2006, p. 24-25
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Archivos musicales que se fueron
Fuga de sonidos
Chalena Vásquez musicóloga PUCP




Desarrollar conciencia sobre la importancia del Patrimonio Cultural Intangible y la creación de archivos o centros documentales de las culturas peruanas debe ser prioridad de entidades como el INC, para salvaguardar bienes artísticos de suma importancia en nuestra historia. En el siguiente texto se exponen serios casos de pérdida de bienes [sonoros] patrimoniales


Danzantes en Incahuasi, 1888 - Archivo Bruning

Al caer la dictadura de Fujimori, durante el gobierno de transición de Paniagua varios investigadores y promotores fuimos convocados por Ernesto Hermoza para trabajar en Radio Televisión Peruana. Las indagaciones que hicimos por la colección de discos de carbón que debería tener Radio Nacional con la directora de la radio, en ese momento Nelly Rojas, nos llevaron a ubicar unos depósitos en un antiguo local de Radio La Crónica (avenida Venezuela) donde pudimos ver materiales (cintas de audio y películas) en calidad de chatarra, a la intemperie. Y no había discos de carbón. Llegamos a ver, más bien, llena de polvo una caja con una cinta en carrete abierto en la que decía Discurso de Juan Velasco Alvarado desde el Cusco, 1968.
Entre la información oral que recogimos de algunos trabajadores, nos dimos cuenta de esa necesidad de olvidar el pasado que, al parecer tenemos los peruanos. Los testimonios así lo revelan:
  • Cuando se construyó el segundo piso de lo que hoy es el Archivo, los discos de carbón que se encontraban apilados en un pasadizo fueron echados como relleno de construcción entre el tubo del primer piso y el segundo piso. Esto ocurrió a principios de la década del 90 durante el gobierno de Fujimori
  • Los discos vinilicos grabados en época de Velasco fueron rajados con clavos o se echaron a la basura, esto lo hicieron los de Acción Popular
  • Es posible que las columnas de las cabinas de transmisión de Radio Nacional, se hayan rellenado con cintas viejas
  • Los programas, cintas y videos antiguos (los de Alfonsina Barrionuevo por ejemplo) no se guardaron porque se usaban las mismas cintas para otros programas.

La recuperación es tarea urgente y en algunas instituciones [ya] se hacen esfuerzos por digitalizar el material. En Radio Nacional la colección de cintas de carrete abierto que se encuentran en el sótano venían siendo digitalizadas. La utilización y puesta en valor de estos materiales (programas musicales, radionovelas) exige un tratamiento especial respecto a los derechos de autor y derechos de reproducción, pues muchos de los participantes -argentinos, mexicanos, cubanos- tienen sus registros en sus países. para difundir este material hace falta un asesoramiento adecuado sobre derechos autorales.

Los 14,000 discos de la Colección Estremadoyro
Con un investigador francés interesado en comprar la colección de discos de Montes y Manrique y otras joyas de la discografía peruana, pude conocer la colección del señor Estremadoyro; su familia decidió vender la colección [tan sólo] en diez mil dólares. En esa colección se encontraban las primeras grabaciones de Ima Sumaq, de Sol de Perú, algunos discos con dedicatorias de los donantes, como Leo Marini.
Conversé con directores de instituciones para que compraran la colección pero fracasé, pues ninguna institución privada o estatal estaba interesada o tenía el dinero para comprarla. Tengo entendido que el investigador francés se llevó parte de dicha colección. Sus palabras fueron: "Si alguna institución peruana la compra, nosotros llevaremos sólo copias, comprendemos que la colección es patrimonio cultural del Perú."

Colecciones de investigadores extranjeros
Con cierta frecuencia vienen al Perú investigadores para grabar música en el campo y hacer sus tesis o trabajos. Así ocurrió con el Dr. Thomas Turino, quien hacia 1982 tenía, al cabo de dos años en el Cusco, 200 cassettes con grabaciones de charanguistas, entrevistas y música que deseaba entregar en copia, a alguna institución peruana. Recorrió instituciones privadas y nacionales sin que ninguna, ni el INC del Cusco estuviera en capacidad de re-grabar la colección, guardarla, mantenerla y difundirla en un archivo. En el INC del Cusco le dijeron que no existia un área dedicada a eso.
Parte del material recopilado por Turino se encuentra en los archivos del Centro de Etnomusicología Andina de la PUCP. En el 2004 Turino tuvo la amabilidad de enviarnos copias de entrevistas realizadas a charanguistas como Don Julio Benavente. Copia de ellas se encuentra en el Centro Documental de la Dirección de Investigación de la Escuela Nacional de Folclor José María Arguedas.
Sabemos de investigadores norteamericanos, Jonathan Ritter, Joshua Tucker, Heidi Feldman, que viene[n] estudiando música peruana en sus diversas vertientes y cuyas recopilaciones se guardan en archivos personales o universitarios. En el Perú no se tiene reglamentación (ni actitud) para copiar las colecciones o guardar en archivos las copias que los investigadores pudieran donar.
Lo que he descrito revela negligencia e ignorancia. Como apostilla añadiremos que en la década de 1960-70, cuando se hicieron trabajos de restauración de las Catacumbas del Convento San Francisco, ante la oscuridad reinante, era necesario prender antorchas, y no hubo "mejor idea" que hacerlas con pergaminos y papeles antiguos con música escrita que se encontraban en las catacumbas. ¡Se hicieron antorchas con partituras!

Investigadores argentinos que registraron música en Cusco y Puno
En una visita que hiciéramos al Instituto de Musicología Carlos Vega en Buenos Aires, buscábamos las grabaciones que hizo la Dra. Isabel Aretz en el Perú, pues sabíamos que registró música en Cusco y Puno hacia 1942. Nuestra sorpresa fué mayor al encontrar más bien los dicos que en 1937 había grabado en Cusco el propio musicólogo Carlos Vega.
Allí, en antiguos armarios de madera, se encuentran los discos, casi transparentes, debidamente fichados y catalogados, y junto a ellos pudimos aprecias los cuadernos de campo del musicólogo argentino, que con lujo de detalles, solía registrar pormenores del viaje e innumerables datos etnográficos de diversos pueblos del Cusco, donde grabó charangos, bandurrias y cantos en quechua y castellano. Una propuesta sería establecer un convenio con el Instituto de Musicología Carlos Vega para el estudio, copia y repatriación de estos bienes, así como ubicar los materiales que recopiló la Dra. Aretz.
El el Perú hace falta pues realizar campañas urgentes para la revaloración del patrimonio cultural, así como tomar conciencia de que los archivos son necesarios para asumir críticamente nuestra historia.

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Links

La orfandad de políticas para preservar nuestra memoria sonora (I)
Carta de Chalena Vásquez sobre la situación de Radio Nacional del Perú - 10 de febrero de 2008
"Papeles viejos y memoria colectiva: ¿Por qué querer defender el patrimonio documental del Perú?" - César Gutiérrez Muñoz





La orfandad de políticas para preservar nuestra memoria sonora (I)


La "aclaración" hecha por el señor Hugo Gonzáles Nicho sobre la presencia de carbón en las paredes de ciertos ambientes de Radio Nacional no resulta concluyente, pues estando 30 años en esa institución, aceptar tan vergonzosa realidad (que empleados ignorantes que tuvieron a cargo obras de refacción en Radio Nacional a inicios de la dictadura fujimorista permitieron el acto de lesa cultura de destruir discos de carbón para rellenar paredes) lo empaña a él mismo.
// m.c.d.


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Fuente:
Gaceta Cultural
Lima : INC, N° 18, abr. 2006, p. 23
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Archivos fonográficos del Estado
Expedientes de sonido
Evelyn Nuñez (INC )

 
Biblioteca Nacional del Perú (foto: INC)
Dos de nuestros más importantes archivos fonográficos se encuentran poco menos que olvidados, con ese olor a humendad de las cosas guardadas. Pocos saben que Radio Nacional y la Biblioteca Nacional custodian un registro impresionante de discursos presidenciales, poemas leídos por sus autores y viejas radionovelas.

Desde que se ingresa hay que parar bien la oreja. Radio Nacional tiene un archivo fonográfico capaz de hacer que nuestros vellos se ericen. Las colecciones se almacenan desde hace 69 años. Hoy, con más de 20 mil discos de diversos temas y tipos, observando bien, resulta extraño que no posean una de las formas más antiguas en la fabricación de material de audio: los discos de carbón. De inmediato se nos viene a la memoria una leyenda en torno a esta discoteca: que en los primeros años del gobierno de Fujimori los discos de carbón fueron triturados y usados como material de contrucción al levantar el segundo piso. Se lo preguntamos a Hugo Gonzáles Nicho, jefe de la división de programación de la emisora, que lanza una sonrisa al escuchar esta versión. El, con 30 años en la radio, nos asegura [que] se trata de una especulación. El carbón está en las paredes por su condición acustica y el segundo nivel se construyó en los años 70, antes de Fujimori, señala.

Hecha la aclaración, nos aventuramos por los pasadizos del polémico archivo. Saltan a la vista diversas clasificaciones: salsa tropical, ópera, rock, zarzuela. ¿Alguien pensó que en Radio Nacional sólo se escuchaba música criolla?. Las cintas traen a la memoria programas emblemáticos como El Heraldo Musical de Los Andes o La Guardia Vieja. Y por supuesto, están registradas las voces de Nicomedes Santa Cruz, Ima Sumaq, Chabuca Granda.

El sótano en cambio, contiene las cintas megnetofónicas. Apilados están los discursos de Juan Velasco Alvarado y de Manuel A. Odría, mudos vecinos de cintas con la inocente comicidad de los años 50 o de radionovelas que llevan por título La Loba y El Angel Perverso. La humedad afecta las narices y se vuelve visible al treparse por las paredes del recinto. Doña Fabiola Sancho, la persona encargada de manipular este tesoro, nos cuenta que demoró cuatro meses en ordenar este archivo allá por el año 92. desde ese momento esta habitación ha empezado a ser parte de la historia. Y sin embargo no hay proyectos para su mejor conservación.

De Abancay a San Borja

Diferente es la situación del archivo fonográfico de la Biblioteca Nacional ubicado aón en la Avenida Abancay. La nueva sede en San Borja albergará el material a una temperatura entre 18° a 20° grados centígrados y una humedad inferior al 65%. Carmen Aranda es la bibliotecaria que conoce cada recoveco de la sala. El disco más antiguo, nos dice, es uno de carbón, grabado en 1906. En el lado A aparece el Himno Nacional de José Bernardo Alcedo, y en el lado B, la Marcha Nacional Peruana. Los siguientes años conservan las primeras voces del criollismo como las del dúo Montes y Manrique -Eduardo Montes y César Manrique- perennizados también en discos de carbón. Diez de los cien títulos que grabaron se encuentran en la Biblioteca Nacional.

Pero también hay otro tipo de joyas en el archivo, como por ejemplo las viejas partituras del vals La Oración del Labriego, editado por La Rosa Hermanos en 1899, que años después Felipe Pinglo hiciera popular. No sabemos cómo llega este material. En algunos casos puede haber sido por compra y en otros por donaciones, explica Aranda, la bibliotecaria. Lo que sí queda claro es la presencia de 134 cintas magnetofónicas donadas en 1989 por el Patronato Popular y Porvenir, donde se contiene música de la Independencia, del periodo colonial, locuciones radiales y música para piano cuyos autores, lamentablemente son desconocidos.

Para Aranda, es momento de que esta información sea transferida a CD, es decir, sea digitalizada, pero sabe que son necesarios los proyectos que viabilicen esta propuesta. Setía óptimo que la modernidad no sólo quede en la infraestructura de la biblioteca sino que también alcance a los archivos.


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Links
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febrero 16, 2008

Dos géneros populares en la Arequipa del siglo XIX




"Jorge o el hijo del pueblo" de María Nieves y Bustamante, publicado en 1892, es tal vez la mayor novela romántica y épica escrita por una mujer en el Perú del siglo XIX. La autora (1861-1947), entrejete ficción y realidad histórica con una gran solvencia narrativa, tanto en la descripción del proceso socio-político, como del drama amoroso entre Elena y Jorge, marcado por el sino cruel del amor imposible. Se basó en fuentes directas, sean orales o escritas, dando varias referencias a pie de página precisando sus datos. Prefirió utilizar un lenguaje formal y correcto en su escritura, sin reflejar en toda su dimensión, la riqueza coloquial y los modismos del habla popular arequipeña, recurso literario que recién vendría en el siglo XX. En la presentación de la edición leída Enrique Chirinos Soto observa el particular hecho de que las esposas de los caudillos involucrados en estos enfrentamientos, fueran arequipeñas: Cipriana De La Torre de Vivanco, Francisca Diez Canseco de Castilla, y Victoria Tristán de Echenique.


El fondo de la trama narrativa es la guerra civil más larga y una de las más sangrientas que ha tenido el Perú republicano: la revolución que inicia el pueblo de Arequipa acaudillado por Vivanco, contra Castilla, a fin de inhabilitar la Constitución liberal que hizo promulgar siendo presidente provisorio, y en rechazo a la corrupción y la dilapidación de la hacienda pública. Es preciso acotar que Vivanco no estuvo a la altura de sus seguidores, careció del liderazgo necesario y no retribuyó con la confianza debida al pueblo que lo seguía.


Este enfrentamiento se dió entre noviembre de 1856 y marzo de 1858, finalizando con la victoria de las fuerzas de Castilla, que terminaron de romper la tenaz resistencia del pueblo arequipeño a un altísimo costo de vidas humanas. Esta hermosa novela es un himno al fervor cívico de la Ciudad Blanca, cuyo summun es la gesta heroica del histórico batallón "Los Inmortales" (del cual forma parte el personaje de Jorge, gran artista del pincel no obstante su oficio de carpintero). A mediados del siglo XIX Arequipa observaba una tendencia bastante conservadora y clerical, fuertemente unida a principios cívicos. A fines del siglo XIX, el progreso generado por el boom lanero, la actividad mercantil e industrial, y el ferrocarril, produjeron una clase media de obreros, artesanos y estudiantes con mayor acceso a la educación y apertura a las nuevas ideas, que serían los motores de las luchas liberales (anticlericales y descentralistas) en la ciudad, y que tuvieron fuerza  hasta mediados del siglo XX.


En los dos capítulos transcritos abajo, se narra la práctica de dos géneros musicales en días de pleno asedio de las fuerzas de San Román -general castillista- a la ciudad: la mozamala (zamacueca o marinera) y el yaraví (un Imposible, característico del estilo melgariano). El uno costeño y el otro serrano, géneros emblemáticos del país confluidos en la idiosincracia de un pueblo mestizo que teniendo fuertes rasgos regionalistas, siempre ha evidenciado su profunda vinculación a los procesos culturales nacionales, no sin imprimir su estilo propio.



//m. cornejo


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Fuente:
Jorge o el hijo del pueblo
María Nieves y Bustamante
Arequipa : Corporación Departamental de Desarrollo, INC-Aqp, 1983, 594 p.
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(José es el padrino de Jorge, quien tomando su cumpleaños de pretexto, organiza una fiesta para presentar a la joven Virginia a su ahijado, a fin de que olvide a la señorita Isabel Latorre. No sabe que el verdadero amor de Jorge es Elena Velarde.)


XLV
El cumpleaños de José

Tres semanas después de lo expuesto en el capítulo anterior, José celebraba su cumpleaños con inusitada pompa.

No era solamente el deseo de divertirse lo que obligaba al honrado artesano a gastar en un día las economías de varios meses; otro fin se proponía.

Sus cavilaciones respecto a Jorge, eran cada vez más tenaces. No hacía muchos días que Luis había elogiado la dulzura de la voz de su amigo, aquella vez que ambos cantaron frente a los balcones interiores de la casa de Latorre, atribuyendo su melodía a lo entristecido que se hallaba esa noche el ánimo de Jorge.

Esto puso el colmo a los temores de José, quien después de pasearse largo tiempo en su cuarto, llamó a Rosa y conferenció con ella en secreto, haciéndole presente que amaba a Jorge como a un hijo y que pensaba en darle esposa. Recordó con este motivo a una tal Virginia, hija muy engreída de una honrada lavandera, la cual había estado en el colegio; sabía leer, escribir, peinarse y vestirse bien y nunca se había ocupado más que de la costura y las mallas y era muy virtuosa. En concepto de José, ésta era la única novia posible para su sobrino. Empero había la dificultad de que Jorge ni aún la conociese y esto era lo que se proponía salvar, invitando a la madre y a la hija, por medio de Rosa, al convite de su cumpleaños.

Esta aceptó la idea con el mayor entusiasmo.

- Hablales de Jorge -dijo José- diles cuanto él es, que no se necesita mayor elogio y no te olvides de ponderar su voz y lo muy bien que toca y canta.
- Descuida, que nada se me irá - repuso Rosa.
- Hagamos el último esfuerzo por distraer su pensamiento - dijo en alta voz el artesano, luego que estuvo solo.

El programa se cumplió al pie de la letra.

Por la mañana hubo misa de salud en Caima, con los padrinos respectivos. De regreso tuvo lugar el almuerzo expresamente preparado para el señor Cura, a quien tanto estrecharon que se vio precisado a aceptar. Presidió él la mesa, tomando asiento el del onomástico con su padrino don Rudecindo y Jacinta, que fue la madrina. Rosa, Jorge, Luis y los chicos.

Terminado el almuerzo, se retiró el señor Cura a quien acompañaron hasta la puerta los dueños de casa con visibles muestras de cariño y respeto.

Después cada uno se retiró a sus ocupaciones y las mujeres a hacer los preparativos del caso. Cerca de las dos de la tarde principiaron a llegar los convidados.

Cuando los hijos del pueblo se divierten, no necesitan de las ceremonias y cumplidos que gastan las clases elevadas y que por lo regular sólo sirven de fastidio.

La civilización ha dispuesto que las más elegantes formas oculten el rencor, la vanidad y la envidia que devoran a la culta sociedad.

Los hijos del pueblo no necesitan recurrir al antifaz cuando los ha reunido la amistad y la franqueza para darles un momento de alegría. Si alguno de los invitados tiene diferencias con otro, lo manifiesta sin rebozo al dueño de la fiesta y no asiste. La hipocresía, no hallando cabida en los talleres ha ido a refugiarse en los salones, donde magníficamente ataviada preside los festines.

Las familias de los artesanos, llegaron, pues, a casa de Rosa, alegres y sencillas. Las mujeres aseadas en sus vestidos y con dos trenzas bien peinadas; los hombres cubiertos de polvo; aquéllas venían de sus casas, éstos... de las trincheras.

José los recibió con su acostumbrada amabilidad. Tan luego como entraron Virginia y su madre, Rosa avisó que os picantes estaban en la mesa. Con demostraciones de entusiasmo se recibió la gran noticia y como no había tiempo que perder, todos se dirigieron al corredorcito que ya conocemos.

La mesa había crecido, gracias a tres o cuatro más que se le habían agregado; dos manteles y medio recién lavados, aunque sin almidón ni plancha, las cubrían. Los platos de todo porte, forma y color habían sido recopilados de toda la vecindad, incluso de casa de los convidados; en análogas condiciones estaban los cubiertos v las fuentes.

Estas contenían cuanto la cocina arequipeña tiene de más apreciado: conejos asados en palito, occopa adornada con cau cau, huevos duros, aceitunas negras y verdes loritos de liccha; seviche de camarones crudos; desastillado de boquillas; pollos hervidos con cebolla, peje-reyes al horno con llatan de rocotos, mote de habas con chauchas cocidas: quesos asados con papas, etc., etc.

Los alegres comensales prorrumpieron en aclamaciones al ver mesa tan bien provista: sentáronse en las bancas que les estaban destinadas y el banquete se celebró amenizado con enormes vasos de chicha. Pronto los cántaros quedaron vacíos, pasando su contenido más que a los estómagos a las cabezas de los artesanos.

La alegría, el entusiasmo, la algazara, subían de punto a cada momento. Los jóvenes prodigaban requiebros a las muchachas, la gente formal hablaba de política, trazaba planes, daba batallas, juzgaba a los militares, zahería a los unos, se burlaba de los otros, mezclando chistes, agudezas, ocurrencias originalísimas, todo en medio de carcajadas, choques de vasos, golpes de mesas, de un estruendo, en fin, capaz de poner en conmoción al barrio entero.

Luis y Jorge, a alguna distancia de la mesa, conversaban en voz baja, no sin gran contrariedad de las muchachas, que en vano se esforzaban por llamarles la atención.

Virginia que era la más bonita, y en su vestido y maneras revelaba cierta superioridad sobre las demás, tenía a un lado a su madre y al otro a Rosa, que la colmaba de atenciones; José de vez en cuando abría un paréntesis a la política para ocuparse de ella: y con satisfacción creyó notar que Jorge la atendía algo más que a las otras.

Esto, sin embargo, no era cierto. Para el joven cuanto le rodeaba le era indiferente.

Las sombras que principiaron a reemplazar al sol, advirtieron a la reunión que el día tocaba a su fin.

- ¡Diantre! - exclamó José dándose una palmada en la frente - ¡No hemos ido a la trinchera!
- ¡Caramba! ¡Cómo se nos ha ido el día! - dijo otro.
- Qué dirán de nosotros! - objetó don Rudecindo
- Irán mañana - dijo Jacinta - alguna vez se han de faltar
- Tiene Ud. razón, ahora sólo debemos pensar en dos buenas guitarras, que harta falta están haciendo - dijo un joven llamado Narciso
- Si, si, que bailen, que canten, dijo José
- Yo tengo una vihuela de primera clase -dijo Don Rudecindo- si quieres iremos a traerla.
- Sí, porque la mía está descompuesta
- Vamos – dijo Narciso poniéndose el sombrero- yo tocaré la de Ud. Don Rudecindo, Jorge tiene otra lindísima.
- Vamos, pues.

Ambos salieron sin que la mayor parte de la reunión se hubiese apercibido de nada.

A las ocho de la noche la sala principal de la casa de José estaba casi convertida en una Torre de Babel, donde cada cual procuraba expresar su buen humor de diferente modo.

Unos cuestionaban, otros cantaban, aquéllos ensayaban brindis, éstos se sentaban en el suelo en torno de una botella a la cual apostrofaban en medio de las risas de los demás.

Don Rudecindo, en un extremo de la sala sentado en una silleta sin espaldar, se aplicaba a templar una guitarra, con tanta fatalidad que cuando ya principaba a preludiar una moza-mala, ¡zás! se arrancó una cuerda.

-Mira, Andrés – dijo a un chico que estaba a su lado- ve a comprar una prima y una segunda de donde doña Toribia, ¿conoces?
-Si, a la mitad del callejón.
-Eso es.
-Que tiene un loro en la puerta.
- La misma. Toma hijo, toma; pero no hay sencillo.
-¿Y si no hay vuelto?
-Lo dejas. Anda volando.

Don Rudecindo puso en la mano del muchacho un peso fuerte y éste salió brincando.

-Que bailen doña Jacinta y don Silvestre, una glosa don Rudecindo – dijo Virginia.
- Han ido por cuerdas.

Las muchachas hicieron un gesto de impaciencia.

- Qué, ¿se han arrancado? – preguntó José aproximándose
- Si ahijado, falta la prima

José tomó la guitarra para componer la cuerda.

-Es demás ahijado, se ha roto de muy abajo, ve Ud?
-Tiene Ud. razón, padrino pero para un baile de pañuelo no hace falta la prima; lo que siento es estar con el brazo mal.
-¡Un baile de pañuelo! – gritaron varios
- Que toque Don Rudecindo.
- A eso voy - dijo éste tomando la vihuela y rasgando con todas sus fuerzas
- Parejas! - gritó José con solemnidad. Al punto salieron dos.

Jacinta y don Silvestre, Narciso y Virginia. Don Rudecindo cajeaba con los dedos sobre la vihuela. Por fin, las parejas se pusieron en movimiento y ahijado y padrino empezaron a glosar

El naranjo en el huerto
No da naranjas
Porque da los azahares
De la inconstancia.

Para qué me dijiste
Que me querías
Que sólo con la muerte
Me olvidarías.

Al llegar aquí José gritó: - ¡Fuego!

Al instante todos los presentes principiaron a jalear, unos con las manos, otros golpeando las mesas o las bancas; pero todos acompasadamente sin perder el aire de la música. El baile se hizo más arrebatador y los cantores, sin pérdida de tiempo, continuaron:

Fuego violento mi alma
Fuego violento
Me violentas el alma
Y el pensamiento
Ayayay y así decía
Un enfermo de amores
Que se moría.
Que se moría, sí
Que se moría.

- Dos, dos, dos, uno sin otro no vale, uno sin otro no vale.

Don Rudecindo volvió a principiar.

Desde entonces la jarana subió extraordinariamente de punto.

Las mozamalas se sucedían sin interrupción, los glosadores se turnaban y las copitas de resacado iban y venían, sosteniendo el buen humor.

Los borrachos empalagosos, que después de fastidiar a todos terminan por dormir, no pertenecían al número de los amigos de José. Todos eran artesanos honrados y pundonorosos como él.

Por eso la alegría, no el desorden, presidía la fiesta.

Rosa notó la ausencia de Jorge y de Luis y se lo hizo advertir a su marido en voz baja.

- Es verdad - dijo José-, ¿dónde se habrán ido?

Y salió en su busca.

Si el lector quiere seguirnos, podremos encontrarlos antes.

XLVI
El yaraví

La luna cruzando solitaria por el transparente azul del cielo enviaba raudales de luz de plata sobre las frescas plantas del jardín.

Jorge sentado bajo la frondosa parra, sobre un banco de piedra, contemplaba su misteriosa carrera.

La noche estaba deliciosa. Una aura juguetona y ligera rozaba la frente del joven.

La algazara de la función, los cantos, las carcajadas, el sonido de las copas llegaban hasta él, levantando un eco doloroso en su corazón.

Aquella alegría le hacía daño, le envolvía en una tristeza indefinible.

Luis le había dicho que iba a ver a Cecilia y lo había dejado solo.

No hallándose Jorge con ánimo dispuesto para tomar parte en la diversión y atraído por los encantos de la naturaleza, prometió a su amigo aguardarle en el jardín.

La serenidad de la noche, la apacible claridad de la luna, el delicioso ambiente de las flores, los misteriosos genios de la soledad, se apoderaron de aquella soñadora alma de artista y principiaron a pulsar sus fibras, cual las de una lira.

Nunca como en esos momentos había sentido Jorge la necesidad de amar y de ser amado; pero en su corazón sólo había el vacío y la desolación.

Sus ideas fluctuando en un océano de tristeza, eran vagas e inconstantes, hasta que fijándose en los primeros años de su infancia, despertaron sus adormidos recuerdos.

Su madre surgió de improviso del seno del pasado. Era una mujer hermosa, cuya rubia cabeza adornada con algunos hilos de plata, se inclinaba al peso de un dolor oculto.

Su Padre... ¡Ah! Era la página en blanco de su historia.

¿Qué misterio envolvía su nombre? ¿Por qué nunca lo había oído pronunciar?

Acaso por la primera vez de su vida Jorge se hacía estas preguntas.

Jorge tenía la idea de que su padre había muerto antes de su nacimiento; mas esta noche, por primera vez, pensó que era lo más extraño, que un hijo, sin ser expósito ignorase el nombre del autor de sus días, por primera vez fijó su consideración en que además de la de su madre, debería tener otra familia y se admiró de que jamás le hubiese dicho nadie: eres mi pariente.

Jorge retrocediendo hasta su cuna, se encontró con Elena. Entonces cambiaron de dirección todos sus pensamientos y fueron a reconcentrarse en aquella niña tan bella como candorosa, que se le apareció sonriente como la luz matinal. Después apagándose poco a poco esa sonrisa, la vio trocarse en lágrimas y éstas en diamantes que la resignación puso en forma de diadema sobre aquella frente casi infantil, que el martirio circundaba de luz.

El estrepitoso jaleo de una mozamala despertó al joven de su ensueño.

Tenía los ojos humedecidos y su mirada se encontró con la argentada luz de la luna, entre cuyos rayos había creído encontrar su visión.

- Que se repita, que se repita - gritaban los jaranistas entre risas y palmoteos.

Jorge se estremeció.

Parecióle que la realidad se burlaba de la ilusión y que lanzaba a su rostro una carcajada cruel.

Aquel rumor de fiesta, aquella algazara que zumbaba en sus oídos, mientras en su alma se alzaba el funeral de la esperanza, era un contraste que helaba la sangre en sus venas. Una mano se posó en su hombro y Jorge se volvió con un movimiento nervioso.

Era Luis.

- ¿Tan pronto? -preguntó Jorge tratando de tomar su acento y aire habitual.
- Fui volando, la he visto, está bien - repuso Luis con su atolondramiento de siempre.
- ¡Jorge! Luis! - gritó José desde el patio.
- Allá vamos - contestó éste y volviéndose a su amigo: tenemos que cumplir nuestro compromiso - dijo.

- ¿Cuál?
- ¡Toma!, el del yaraví; no sé qué laya de cabeza es la tuya que no te acuerdas de que nos comprometimos con tu tío a cantar uno.

- Tienes razón, lo había olvidado.

Jorge se puso de pie.

- Espera - dijo Luis, deteniéndole-, quiero decirte una cosa.
- Di.
- Tu tío mira con muy buenos ojos a Virginia.
- ¿Y qué?
- Rosa le hace muchas atenciones.
- ¿Qué hay de extraño?
- Que puede importarte mucho.
- ¿A mi?...
- Como que si la chica te gusta...

Jorge hizo un movimiento de displicencia.

- Tienes amplia protección - concluyó Luis.

En los labios de Jorge se dibujó una de esas sonrisas indefinibles que le eran peculiares en determinados momentos; y por toda respuesta, dijo secamente:

- Vamos.
- ¡Hola!, desertores, ¿dónde han estado? - fue el saludo casi unísono que se hizo a los jóvenes cuando entraron a la sala.
- Merecen un castigo.
- ¡Que se les multe!

A la vez, lo menos ocho copitas amenazaban a nuestros amigos.
- ¿Quieren que cante? - preguntó Jorge.
- Sí - respondieron infinidad de voces.
- Pues entonces no me obliguen a tomar.
- ¿Que no ha de tomar?, ¡no faltaba otra cosa!
- Si no quiere por bien, tomará por la fuerza - dijeron varias mujeres.
- Sí, tome Ud., tome Ud. - decían varios presentándole las copitas.

Luis, que no se hizo rogar tanto y que ya tenía la copa en la mano, dijo a su amigo:

- Mira que se van a enojar contigo si no tomas. José también le decía:
- Condesciende con los amigos; un poquito no ha de hacerte mal.

Jorge aceptó una copa con la condición de que no habían de exigirle otra.

- Se lo prometemos - repusieron.
- Entonces, a la salud de todos ustedes.
- Lo mismo digo yo -agregó Luis-, pero ustedes nos acompañarán .
- Con el mayor gusto. Las copas se llenaron.
- ¡Salud!
- ¡Hurra!

Chocáronse los cristales, suspendióseles a los labios y desapareció su contenido.

- Ahora ¡a tocar!
- ¡Que cante Jorge!
- ¡Que cante Luis!
- ¡Un yaraví!
- ¡El prometido yaraví!
- Vamos, Jorge, esta niña sólo ha venido por oírte cantar - dijo José indicándole a Virginia.
- Voy a hacer lo que pueda, tío.

Luis sonrió maliciosamente.

Don Rudecindo aproximó la guitarra que apenas tenia tres cuerdas.

Luis desapareció, volviendo a los pocos minutos con una hermosa vihuela que entregó a su amigo.

El tomó la de don Rudecindo -Pero si no tiene cuerdas- dijo.
- Todas se han reventado - repuso aquél.
- Aquí hay encordadura completa - dijo Jorge sacándola cuidadosamente envuelta en un papel, de la caja de su vihuela.
- Arréglala tú - dijo Luis, dándole la guitarra de don Rudecindo.

Jorge la tomó y principió por quitarle las tres cuerdas viejas.

Como la operación era larga, todos volvieron a su primitiva diversión y renació la algazara.

Entretanto, Rosa sentada junto a Virginia, hacia el panegírico de Jorge.

José desde un ángulo de la sala, observaba a su sobrino, que ocupado en templar la vihuela, hablaba de vez en cuando en voz baja con Luis y a veces se sonreía.

- Esto va bien -pensaba el honrado artesano-, desde que le dije que Virginia quería oírle cantar, con todo entusiasmo se ha dedicado a arreglar la vihuela. Ahora parece que nada echa de menos; ni a Isabel; aseguro que en este momento no se acuerda de ella; ya debe estar convencido de que semejante amor es una locura y que Virginia le conviene; ahora veremos el canto que le dedique; eso será lo que esté acordando con Luis, un triste que parezca una declaración, un elogio a sus ojos, a sus cabellos…

- ¿En qué está Ud. pensando, ahijado? - dijo don Rudecindo, poniéndole la mano sobre el hombro - ¿O es que está Ud. durmiendo?
- No, padrino - repuso José sobresaltado por lo inesperado de la pregunta.
- Silencio, señores - dijo una voz que partió del lado de nuestros jóvenes amigos.

Al mismo tiempo se oyó un preludio tranquilo y dulce.

Todas las conversaciones se cortaron, todos los rumores se extinguieron.

Jorge y Luis se acompañaban maravillosamente con sus guitarras.

Los dulces sonidos fueron resonando cada vez más expresivos.

Gemían las cuerdas como el viento entre las selvas.

Diríase que un espíritu inmortal vagaba entre las vibraciones, que un alma sollozaba en los tañidos de esa música esencialmente nacional.

Los oyentes dominados por aquellos sonidos que les eran tan conocidos como sus propias lágrimas, tan familiares como sus propias penas, tan identificadas con su corazón, como su misma alma, guardaban religioso silencio.

El sereno semblante de Jorge iba adquiriendo el tinte de la melancolía más dulce; Luis, insensiblemente cambió la expresión de su fisonomía juguetona, por un aire impregnado de tristeza.

Al fin, de los labios de ambos jóvenes salió más como un suspiro que como un canto, esta estrofa:

Yo te dejaré de amar,
Se acabará mi pasión,
Seré ingrato a tus favores,
Y en otra pondré mi amor.

- Bien, muy bien - murmuró José, sin poderse contener.

Terminado el primer pasa-calle, como si Jorge reuniese sus perdidas fuerzas, tornó a cantar con enérgico a la vez que apasionado acento:

Cuando deje de alumbrar
El sol de oriente a poniente,
Cuando se consuma el mar
Y muera todo viviente,
Yo te dejaré de amar.

Jorge había pronunciado con tanta fuerza de expresión, con tal acento de verdad la apasionada estrofa de Melgar, que causó una verdadera conmoción.

José acababa de convencerse que nada había conseguido.

Cuando a todo corazón
Se le acaben sus latidos,
Y cuando no haya canción
De las aves en sus nidos,
Se acabará mi pasión.

Las cuerdas de los sonoros instrumentos sollozaban.

Cuando todos los verdores
De los campos se marchiten,
Y cuando todas las flores
En sus jardines no habiten,
Seré ingrato a tus favores.

Jorge pronunciaba las palabras una a una, como si pretendiera ser escuchado por otros seres que no se hallaban allí.

El silencio reinaba en torno de los jóvenes cantores.

Las notas más imperceptibles se oían.

Las voces se dejaron oír por última vez:

Cuando todo resplandor
Se obscurezca al medio día,
Cuando no sienta calor...
Usaré de alevosía
Y en otra pondré mi amor.


Cuando la última nota del yaraví se extinguió, muchas lágrimas silenciosas corrían y el aplauso general sólo vino después de un momento de silencio, sucediéndole otro más prolongado.

La emoción había sido verdadera.

Jorge se sonreía

Hubiérase dicho que disfrutaba de una victoria, gozándose en el dolor de sus víctimas.

Al fin José preguntó, con mal disimulada impaciencia:

- ¿Tú has compuesto esos versos?
- No, tío; nunca habría podido hallar yo imágenes como esas para expresar la imposibilidad del olvido; sólo Melgar pudo encontrarlas.
- A ti sólo te gustan las composiciones de ese poeta.
- Porque ninguno ha expresado el sentimiento, la ternura, el dolor, como él. Guerrero y poeta, patriota y amante, cantó a su amada y dio a su patria la vida. Desgraciado como todo hombre de espíritu superior, su amor no fue comprendido y su sacrificio no obtuvo recompensa; la patria no ha levantado un monumento a su memoria y sobre su tumba no hay una sola corona de laurel (*).

- Que cante Jorge otro yaraví - dijo Virginia.

Sí, sí, que cante, que cante.

Jorge volvió a coger la vihuela.

Dulce y tristísima la armonía, inundó de nuevo la habitación; el aire la levantó en sus alas, la llevó fuera y la dilató en el espacio y fue a herir otros corazones, con notas vagas, errantes, cual perdidas saetas emponzoñadas con dulcísimo veneno.

A la misma hora dos personas, una mujer completamente envuelta en su negro manto y un hombre embozado hasta los ojos, atravesaban Puente Viejo (**) con dirección a la ciudad .

La mujer parecía caminar difícilmente y se apoyaba en el brazo de su compañero.

El puente estaba solitario.

La luna rielaba sobre el agua del río Chili cuyo monótono sonido era el único que se percibía.

Por último, una campana de melancólico tañido, vibró en medio del silencio.

La mujer se detuvo; su compañero la imitó.

- Las nueve en Santa Teresa - dijo aquélla con voz dulcísima - ¡Qué triste es esta campana! y lanzó de su pecho un suspiro.
- ¿Estás fatigada? - preguntó el hombre con interés.
- Un poco; el viaje a caballo me ha hecho mal.
- Por eso me he apresurado a ponerte en tierra, dejando los caballos en el tambo.
- Sí, a pie estoy mucho mejor. ¿Distará mucho la casa?
- Unas cinco cuadras. La familia de tu amiga debe estar esperándonos; el arriero llegaría esta mañana.

Dieron algunos pasos más. La mujer volvió a detenerse.

- Enrique -dijo -, ¿qué bulto negro es ese que diviso?
- Debe ser la trinchera.
- ¿Y tu pasaporte?
- Aquí debe estar - repuso el hombre sacando del bolsillo una cartera y revisando los papeles a la luz de la luna -, aquí está - agregó.
- Vamos, pues - dijo la mujer dando sola algunos pasos vacilantes.
- Cuidado, no te vayas a caer, -dijo el hombre apresurándose a darle el brazo y agregó con afectuosa entonación: —Estás muy débil, mi querida Elena.

Poco después los dos viajeros se internaban en las desiertas calles de la población.

La campana de Santa Teresa continuó dando las nueve, triste y pausadamente, como un toque de agonía.


[...]
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(*) Posteriormente, Arequipa, al celebrar el centenario de su nacimiento, ha hecho su apoteosis y le ha levantado un monumento.
(**) Hoy Puente Bolognesi


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Video
El Pajarillo
Yaraví anónimo del siglo XIX
Recopilado y arreglado por Claudio Rebagliati.  No se especifica el origen pero por el formato (en música y acompañamiento con piano) responde al estilo del  yaraví arequipeño académico cultivado desde el siglo XIX.
Disco: "Mundo Azul. Piano popular del Perú". Homenaje a Doris Gibson (2010)
Piano: Flor Canelo



Marinera arequipeña con fuga de pampeña
La marinera es  del maestro charanguista Angel "Toro" Muñoz Alpaca; la pampeña se titula Mi pichoncita, compuesta por el charanguista Oswaldo Lima Manrique,  del conjunto Los Mistianos.
Conjunto Temple Diablo
Arreglo para cuarteto de guitarras: Pedro Rodríguez.
(Homenaje a Don Avelino Rodriguez por sus 50 años de trayectoria artística -ICPNA de Miraflores, 31 oct. 2007)



febrero 09, 2008

Florencio Coronado

última actualización : 4 de junio de 2012




Florencio Coronado es uno de los arpistas peruanos más importantes el siglo XX (otros buenos arpistas, sólo para el caso de Ayacucho: Tany Medina, "Upa" Román, Máximo Damián, Antonio Sulca "Sonqosua", Paulino Pretell "Qurimaki", Glicerio Sánchez, Luciano Quispe, Otoniel Ccanyanchira, Rosauro Medina, Ciprián Sánchez, Pablo Minaya, etc. ). Paseó su arte por todo el mundo, concitando aplausos y premios innumerables. Su carrera artística tiene algunos puntos de comparación con la de Yma Sumac y Moises Vivanco: como Vivanco, Coronado era ayacuchano, con un talento musical innato, forjado en el seno de la cultura viva de su pueblo, con una gran apertura hacia la innovación musical, y -precisamente por ello- con una gran capacidad de universalizar su arte.
En esto, no le faltaron algunas críticas  de quienes han defendido y defienden la "pureza" de la música indígena. Contra lo que fué una actitud de constante apertura hacia la mestización y el agiornamiento del canto indio como solución de continuidad y sobrevivencia, José María Arguedas no vió con buenos ojos los casos de Coronado y Vivanco, acaso porque hacían arreglos para encantar a oídos más diversos y universales (norteamericanos y europeos sobretodo), y acaso también porque, precisamente por ello, su peformance buscaba al mismo tiempo que la promoción de la música peruana, réditos económicos. Como en todo proceso de cambio y evolución, los innovadores osados suelen  enfrentar siempre diversos grados de resistencia.  Arguedas supo valorar la necesidad del agiornamiento pero sin heterodoxias, sin desvincular nunca el sentido mágico, el mensaje esencial,  del mundo indígena. 
Cuál es la diferencia entre la tergiversación y la evolución: es muy difícil establecer fronteras claras, ya que los lenguajes se construyen en función de múltiples factores que los justifican, en algunos casos estos lenguajes en vez de limitarse a expresar una nueva realidad o circunstancia, son los que la definen de manera abstracta y confusa, se antepone así, el discurso a la realidad misma. Coronado y Vivanco construyeron un lenguaje que no habría tenido viabilidad sin el elemento indígena peruano, algo concreto y real que en sus manifestaciones más "puras" no hacía sino confirmar el hecho innegable del mestizaje: música indigena-rural ejecutada con instrumentos de origen europeo como el arpa. Su música es imposible sin este elemento de la realidad. Ambos, en sus características específicas e intransferibles, fueron unos adelantados de la globalización, unos osados que se atrevieron a enfrentar todo tipo de auditorio haciendo  lo suyo. Y triunfaron.
Washi Aragón, concertista de arpa cuzqueña residente en España, expone esta interesante opinión que nos ayuda a aquilatar la obra de Coronado: " El Perú muy lamentablemente ha tenido muy pocos arpistas de renombre internacional, y sobre todo muy poco valorados dentro de los estamentos políticos, administrativos y sociales, e ignorados por quienes tienen la obligación de velar por el patrimonio artístico cultural de nuestro país. Muy pocos altos directivos del Instituto Nacional de Cultura se dieron la molestia de atender este apartado cultural. José Maria Arguedas, Josafat Roel y poco más. Soy hijo de Lino Gabriel Aragón Claros, compositor y músico canchino y cuzqueño, y por la amistad que tenía con Don Florencio Coronado tuve la oportunidad de conocerlo personalmente en la ciudad del Cusco en una de sus giras artísticas. Conozco muy de cerca su brillante carrera artística como concertista de arpa. Artista internacional que representó a nuestro país en innumerables giras por diferentes paises del mundo. Dentro de mis investigaciones sobre el diatonismo del Arpa Andina Peruana, puedo considerar con conocimiento de causa a Don Florencio Coronado como uno de los más grandes representantes y cultores del Arpa Ayacuchana, dejando un legado muy importante para su tierra a traves de sus innumerables grabaciones, perennizando asi su estilo personal que hoy en día muy pocos cultores del arpa se atreven a seguirle los pasos, por que muy lamentablemente en el Perú de nuestros días EL ARPA se ha convertido en un instrumento vulgarizado por el populacho..."
// marcela cornejo



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Fuente:
Contratapa del disco “El arpa de Florencio Coronado”

Lima, Discos Sono Radio, 197?
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El arpa de Florencio Coronado
Genaro Sotelo G.




Florencio Coronado Gutiérrez, nació en la ciudad de Ayacucho el 23 de Febrero de 1920. A los 8 años de edad empieza el aprendizaje del arpa. Su maestro fue el Sr. Aniceto Vivanco, un modesto empleado de la Corte Superior de Ayacucho. A los dos años de permanecer bajo la influencia del Sr. Vivanco, Coronado conoció al formidable arpista Daniel Morales, quien participó en el inicio del certamen folklórico de la fiesta de Amancaes, en 1928, que fue organizado por el Alcalde del Distrito del Rímac, Don Juan Ríos y auspiciado por el Presidente de la República, Augusto B. Leguía. Después de obtener el primer premio, el maestro Morales retornó a Ayacucho con lo que siguen las clases de arpa del pequeño Florencio. Lamentablemente para el discípulo, el maestro fallece a los tres meses de su retorno, y Coronado ya practica solo, y vive en acecho de otros arpistas para solicitar las clases anheladas.

Poco tiempo después recibe la invitación del señor Federico García Blasquez, Presidente del
"Instituto Fraterno", Club musical de la juventud ayacuchana. En esta Institución, Coronado encuentra la oportunidad para desarrollar sus habilidades de arpista.

A la edad de trece años, ante el receso del " Instituto Fraterno", Coronado ingresó a otro centro musical en la misma ciudad, y más tarde, con algunos componentes, dejó la tierra natal contra la voluntad paterna, para recorrer los pueblos del Centro, realizando una verdadera odisea ya que Coronado no contaba con medios económicos;
finalmente llegó a Lima en 1931.

Al establecerse en Lima, participa en el Concurso folklórico, realizado con motivo del "Día del indio". Obtiene el primer premio, una Medalla de oro. Desde entonces el antiguo empresario, Sr Juan Lepiane se interesa y lo contrata para presentarlo en los diferentes cines de Lima, Callao y balnearios.

En 1932, ingresa a la antigua Radio Nacional de Lima, emisora que funcionaba en el Jirón Washington, regentado por el desaparecido Sr. Guillermo Lazarte. Posteriormente Coronado forma parte del Conjunto Cuzco, dirigido por el guitarrista abanquino, Miguel Ángel Casas. Con éste realiza tres meses de actuaciones en Radio Dusa, Radio Internacional y Radio Lima.

El 18 de Enero de 1935, con motivo del IV Centenario de la Fundación de Lima obtiene otro primer premio. Diploma y Medalla de oro, triunfo este que le da oportunidad para recorrer las diferentes regiones del país, recopilando las gamas folklóricas y los vestuarios típicos de cada región. Con este bagaje de materiales, Coronado forma su propia Compañía, denominada: "La Compañía Peruana de Arte Folklórico Tahuantinsuyo”.
Después de efectuar una intensa labor artística en todo el territorio nacional, sale del país al frente de su Compañía, recorriendo Ecuador, Colombia, Venezuela, Santo Domingo, Puerto Rico y demás islas de la Colonia Holandesa.

Después de permanecer tres años en la República de Venezuela y entre correrías por el interior de dicho país y concluidas las actuaciones en emisoras, teatros y salas de conciertos, recibe un contrato para tres recitales en el Teatro Nacional de San José de Costa Rica. Una vez terminada su actividad en este país,
sigue su gira por toda la América Central y luego de salvar mil dificultades llega ingresar a México en 1952, teniendo oportunidad de filmar unos cortos de películas con "CLASA Films Mundiales" del Distrito Federal. Trabaja en radios, teatros, institutos culturales y realiza giras por los estados del país azteca.

En 1953, el “Club Interamericano de Mujeres" de la ciudad de México lo contrata para tres recitales en el "Palacio Nacional de Bellas Artes". Sus recitales tienen un éxito resonante, motivo por el cual, los fabricantes de los discos "Peerles de México" lo comprometen para la grabación de discos, y lo hace acompañado por la Orquesta de Agustín Lara, los mismos que se venden hasta la fecha en toda la América Central y en los Estados Unidos de Norteamérica.

Terminados sus compromisos en México,
Coronado retorna a la Patria, vía Guatemala, San Salvador, Cuba, Haití, Venezuela, Colombia y Ecuador.

En el Perú permanece dos años en constante actividad artística, efectuando giras por el interior, trabajando y recopilando nuevos motivos musicales para luego llevarlas a otros mundos.

En 1957, nuevamente emprende viaje al exterior, en esta vez con destino a España, contratado por el famoso "Teatro de la Zarzuela" de Madrid y el Fomento de las Artes. Cosecha rotundos éxitos. Recorre las diferentes provincias españolas. Para el 4 de Julio de 1958 el "Instituto De Cultura Hispánica" de Madrid, organiza el Primer Festival del Folklore Hispanoamericano, en la Ciudad de Cáceres (Región Extremadura); a este magno certamen asisten las delegaciones artísticas de todos los países de América enviados por sus respectivos gobiernos, menos del Perú. Ante la ausencia de la delegación peruana, Coronado, al hallarse en sus giras por España, solicita extraoficialmente la inscripción. Participa, compitiendo con los arpistas oficialmente enviados por sus respectivos gobiernos de Paraguay, Chile, Venezuela, Ecuador y México; obtiene el galardón del premio especial a nombre de la Ciudad de Placencia, título honorífico que muy escasamente se otorga. El Jurado calificador lo proclama como el Primer Arpista Folklórico y Solista del Mundo. El Noticiero español "NO-DO" filma la actuación triunfal de Coronado en el Certamen y lo exhibe en todas las salas cinematográficas de España. La Crítica de la prensa mundial propala los triunfos del arpista ayacuchano en diferentes idiomas al mundo entero.

A raíz de este hecho laureado, los empresarios franceses contratan a Coronado para la temporada de verano en la Costa Vasca Francesa (San Juan de Luz). Después de cumplir este contrato, Coronado se presenta en el Teatro Municipal de Bayona, Biarritz y Burdeos. Posteriormente se dirige a París, donde los empresarios parisienes por exigentes y desconfiados lo someten a una demostración de capacidad artística; vencida esta dificultad llega a ser contratado y actúa en el más lujoso Cabaret: "Ciros". Por su magnífica actuación nuevos empresarios franceses hacen ofertas de contratos para nuevas actuaciones en los teatros "Alhambra" y "Olimpia”; igualmente lo contratan para la TV y Radio Europa de París, en los cuales cumple exitosamente su misión de difundir la música peruana tan desconocida por el público foráneo.

En el curso de estas actividades en la Ciudad Luz, el Delegado General de las "Juventudes Musicales" de Francia lo contrata y efectúa las tournées triunfales por toda Francia; igualmente graba discos en París, en el sello "Festival", por cuyos discos, auspiciados por la Sociedad Nacional de Caminos Ferroviarios de la Estación Norte de París, fue declarado ganador con 35,000 votos emitidos por los radioescuchas. Por este nuevo triunfo, Coronado recibe como premio un Diploma y Lámpara Simbólica para alumbrar las rutas del arte.

Posteriormente, Coronado
es contratado por la TV de la BBC de Londres, donde actúa con los éxitos de siempre. Finalmente empieza otras giras por Alemania, Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Austria, Holanda, Italia, Egipto, Beirut, Grecia; asimismo actúa en el "Palacio de la Mediterrania" de Niza, Costa Azul de Francia. Como final de su gira por Europa actúa en Mónaco, en el Gran "Casino Montecarlo”.

A su vuelta a la Patria, se le honró en Julio de 1964 con la Condecoración de la "Orden del Sol", en el grado de Comendador, por acuerdo del Congreso de la República, Condecoración que fue impuesta por el Supremo Gobierno.

En Diciembre de 1966 viajó a la IX Feria Internacional de Cali - Colombia, con una delegación peruana, lugar en el que obtuvo la Llave Simbólica de la Ciudad de Cali.

El 18 de Mayo de 1967 viaja en su último peregrinaje para actuar en las presentaciones estelares de Miami, Nueva York, Boston y Los Ángeles, enviado por la Corporación Peruana de Turismo y Aerolíneas Peruanas S.A. APSA.




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Video


Punchawnikipi
Vals cusqueño
Autor: Baltazar Zegarra (Cusco, 1897-1968)
subido por  







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Enlaces:

Mago de las cuerdas - Jesús Raymundo (Suplemento"Semana" del diario "La Primera", 31 de agosto de 2008)
Sentido adiós a Florencio Coronado.  El Comercio, 24 de octubre de 2009, p. C 7
Homenaje a Florencio Coronado (audio)




febrero 04, 2008

Juan Gonzalo Rose

Hace pocas semanas, Juan Gonzalo Rose, poeta de la fecunda generación de los 50's, recibió un homenaje merecido: la publicación de su obra completa auspiciada por el INC. Algo inesperado en este pais ingrato con la mayoría de sus mejores luces. Su obra se mantiene fresca, vigente, y por eso mismo,conmovedora, punzante y diáfana como siempre.

Qué hace este poeta en un blog que privilegia la música... pues muchos de sus más bellos poemas, han encontrado la alquimia, la complicidad perfecta con otras dos sensibilidades, la de Tania Libertad y la de Victor Merino. Es preciso mencionar que Diego Mariscal -nombre de batalla del periodista Mario Campos- presentó al poeta a Merino, y que cantó los temas de la dupla de lujo en un primer momento.

Voz y música para las palabras exactas, in-mortales de Rose, que se han dejado escuchar en distintos países, acaso más que en nuestro propio país. En "El mismo puerto", un bello disco que tuvo escasa difusión, Tania canta once versos de Rose, musicalizados por Merino: El mismo puerto, Exacta dimensión, Así cantaba Malachovsky, Tacna raíz, Las ciudades, Marisel, Yo no soy un profeta, Digo del sur, Primera canción-Por tu ventana dormida, Sombra negra de hilo negro, Carta a Juan Gonzalo, son los temas.

En el especial del programa Presencia Cultural, Esther Espinoza establece vínculos entre la poética musical de Juan Gonzalo y Mariano Melgar: "Yo hago un vínculo entre Melgar y Juan Gonzalo Rose, en cierta forma hago lo que podría ser una línea de vinculación del trabajo de ambos, porque tanto Melgar como Juan Gonzalo se han acercado a géneros [musicales] populares desde una perspectiva más bien formal, desde un circuito literario más clásico, [...] desde el circuito letrado. Ellos se acercan al género popular. En el caso de Melgar al yaraví - que también era cantado - y en el caso de Juan Gonzalo al vals, y encuentran una conexión con la gente popular, con el pueblo. Ese trabajo formal, ese trabajo estilístico que hacen del lenguaje, y con un género popular, lo hacen en otros países como es el caso del Brasil por ejemplo, y es precisamente de parte de escritores sumamente consagrados..." Efectivamente, Juan Gonzalo amó de manera particular el vals (o valse) peruano; son suyos los poemas de "Tu voz", "Si un rosal se muere", "Felipe de los Pobres", entre otros temas tan bellos.

// marcela cornejo








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Fuente:
"Recuerdos de la vida breve
"
(testimonios de Abelardo Sanchez León, Rocio Silva Santisteban, Jorge Pimentel Hildebrando Pérez Grande, y un poema-homenaje de Julio Heredia)
El Dominical
El Comercio. Lima, 4 nov. 2007
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Juan Gonzalo era del Palermo
Abelardo Sánchez León

Antes que dejara de beber por prescripción médica, Juan Gonzalo era simpatiquísimo. Era un poeta fino, amoroso, de versos breves. En una oportunidad se animó a escribir un libro de vertiente histórica, llamado Informe al rey y en otra uno de tono épico, llamado Las comarcas. Pero, en general, sus poemas eran como la brisa, susurrados, plagados de figuras poéticas. En una oportunidad se apareció en casa de mis padres llevado por Ivo Pérez Barreto, mi amigo de juventud y de incursiones nocturnas. Estaba deprimido. Necesitaba oír un disco en el cual un argentino declamaba unos versos de Walt Witman. Curiosamente, Juan Gonzalo necesitaba aspirar el vigor del poeta norteamericano. Oír esos versos donde se comparaba con Manhattan. "Ni por encima ni separado de nadie". "Quien humilla a otro, me humilla a mí". No quiero recordarlo sentado en el café cercano a la Residencial San Felipe. Lo prefiero en El Palermo, aquel bar vecino al Parque Universitario, conversando en voz baja, sonriendo para sus adentro, sobreviviendo a las tristezas gracias a su sentido del humor. En El Palermo nunca estuvo solo. Carlos Calderón Fajardo lo recrea en una reciente novela. Pepe Lucho González lo recitaba de memoria. Juan Gonzalo era lo máximo, imposible no quererlo. De niño, sin embargo, la poesía lo escogió a él y no lo dejó ser feliz.

Recuerdos de una canción
Rocío Silva Santisteban

La primera vez que escuché un poema de Juan Gonzalo Rose fue cuando dos chicas, Mariela Monzón y Anita Béjar, cantaban unos versos suyos, esos que dicen: "Me gustas porque tienes el color de los patios / de las casas tranquilas". Era mi primer año en San Marcos y recuerdo que corrí a buscar ese poema y a leer más de Juan Gonzalo. Por ese tiempo el poeta vivía en Jesús María y nos enteramos que iba seguido a un bar llamado Ovni por la residencial San Felipe. Un amigo, el poeta Claudio Baschuck, lamentablemente ya fallecido, fue a buscarlo al bar y le hizo una entrevista. Claudio no tenía más de 18 años y Juan Gonzalo, muy amablemente, le contestó todas sus preguntas. La entrevista salió publicada luego en una revista, en la misma edición donde, casualmente, yo publiqué mi primer poema. Después compré su obra completa y me convertí en lectora de Juan Gonzalo Rose. Entre los poemas que más me encantan está "Gastronomía", que dice "Para comerse a un hombre en el Perú / hay que sacarle las espinas, / las vísceras heridas, / los residuos de llanto y de tabaco. / Purificarlo a fuego lento, / cortarlo en pedacitos/ y servirlo a la mesa con los ojos cerrados, / mientras se va pensando que nuestro buen / gobierno nos protege./ Luego: / afirmar que los poetas exageran./ Y como buen final: / tomarse un trago". Es un poema terrible y duro, como es gran parte de la obra de Juan Gonzalo Rose. Su muerte, a los 55 años, conmocionó mucho a la gente de mi generación, a todos los que en ese momento estábamos empezando a escribir poesía.


[...]
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Valses

Poesía: Juan Gonzalo Rose
Música: Víctor Merino
Voz: Tania Libertad




Marisel
Marisel, Marisel
yo recuerdo que tú eras
como la primavera 

trizada de las rosas
o como las palabras

que los niños musitan
sonriendo en sus sueños

Marisel, Marisel

Yo recuerdo que tú eras
como el agua que beben 

silenciosos los ciegos
o como la saliva de las aves
cuando el amor las tumba de gozo en los aleros
En la última arena de la tarde tendías
agobiado de gracia tu cuerpo de gacela
y la noche arribaba a tu pecho desnudo
como aborda la luna los navíos de vela.
Y ahora, Marisel...

La vida pasa
sin que ningún instante 

nos traiga la alegría...
ha debido morirse 

con nosotros el tiempo,
o has debido quererme 

como yo te quería





Tu voz
Está mi corazón,
llorando su pasión, su pena
y la antigua condena
escrita por los dos,
Afuera creo ver
tu sombra renacer, serena
bajo aquel mismo sol
que un día se llevó tu voz
Tu voz, tu voz, tu voz
tu voz existe
tu voz,
tu larga voz
tu voz persiste
anida en el jardín de lo soñado
inútil es decir que te he olvidado








Si un rosal se muere
Si un rosal se muere
herido de aromas
y se hunde en el polvo
su rosa mejor,
el jardín recoge
aquel mismo aroma
y sobre el olvido 
dibuja una flor.
Si un amor nos quita
la luz de la vida
y en la despedida 
nos llega un dolor,
la vida recoge
la luz de esa herida
y en la despedida
renace otro amor;
la vida recoge
la luz de esa herida
y en la despedida
renace otro amor.
Aquí tu corazón dejó
nubes de invierno
en el cielo
doliente del adiós.
Mas traerá el estío
su costumbre de rosas
y la más hermosa 
me dará su amor.
Mas, traerá el estío
su costumbre de rosas
y la más hermosa 
me dará su amor




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Enlace

Juan Gonzalo y yo: Entre el solsticio y el rayo de la orquidea - Jorge Pimentel

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