mayo 05, 2024

El vals criollo

El vals criollo
José Mejía Valera
Fuente:
Folklore.  Tribuna del pensamiento peruano.  Lima, año II, N° 5-6, may-jun 1943




El vals criollo es la música del mestizo peruano.  Es como su creador; amanerado, lleno de malicia, con una gracia sutil y apenas perceptible, pero que se siente en la hondura de nuestra sangre, como una realidad que sube al espíritu con el calor de una tierra ardiente o de una ciudad bulliciosa.

Ondurador contagioso, invitante de alegría o de tristeza, refleja en su más íntima esencia, toda la vivacidad, ágil y punzante, que eclosiona en la raza del habitante de la costa.  No podía ser de otra manera; era necesario impregnarlo del sentimiento plañidero y la arrogancia maliciosa, hasta convertirlo en mestizo, semejante al alma que  lo goza, lo crea y ambiciona.  

Por eso surgen introducciones ajstadas, de estrechas y saltarinas notas altas, con la inconstacia melódica que hubiera podido impregnarle los retiros y avances de un mar agitado de pasiones, pero cristalino como un cielo cálido que  llora sereno en el invierno.  Gradualmente la introducción se transforma en tonos ailados, armonizantes con los acordes bajos, hasta que cesan en una graciosa caída, marcando el comienzo de la parte melódica.

Toda la altivez y el señorío que derraman los preludios, fácilmente se pueden identificar en el tipo social que lo absorbe en sus días de alegres arrebatos, cuando se festeja con euforia el deseo de vivir, o cuando en actitud de incomparable miseración, recuerdan amarguras y esperanzas.

Cocluida esta parte, receptora de variabilidad precisa, que no se presenta en ningún vals de origen extranjero, y que se engendra quizás, en la vivacidad folkórica, sugerente de la psicología costeña, continúa la melodía propiamente dicha, cuyas concreciones sonoras están diferenciadas en dos variantes: Una amplia, en ondas de cadencias serenas y de tranquila transparencia, evocadoras de alguna inquietud pasional que sugieren un relato o un recuerdo amargo, o bien parecen la quietada dicha de una felicidad inefable; y otra corta, de balanceo enérgico, con marcados compases de ritmo criollísimo, apreciables únicamente por la sensibilidad que por el relato [sic.].  Así se presenta nuestro Vals, airado y arrogante, queriendo insinuar el desafío que el gozo hace al mundo pesimista, o bien el erotismo amargado que incide en el amor escéptico.

Los vases de otras nacionalidades son firmes en su contorno, sin mayores ampliaciones ni cambios, se presentan rasantes, asequibles de entornarse, y de ondas alargadas y uniformes.  El nuestro es quimboso, de ondas ampulosas que se asocian a otras pequeñas, formando inherencias de sonidos, todos de una musicalidad exquisita y de un timbre encantador que por lo mismo, al presentar gamas paradójicas, obigan al cantante a adquirir una técnica no muy fácil para fielmente intrepretar el fondo dichoso o lamentístico del sentir volcado en melodías.

Pero el mestizaje avanza aún más, traspasa los pentagramas y se introduce en el baile mismo, modificándolo en formas  de jocundia inmensa, rebosante de figuras recortadas y de movimientos contenidos de sincrónicos temblores en parodia entremezclada de ritmo y taconeo.  Tan pronto son los pasos estrechos y medidos como rápidos y llenos de gracia en las vueltas, para luego caer en un leve encorvamiento de los hombres, y ya, algo separados, se juega la punta y el talón en medio del inficionismo que provoca el alegre vértigo del baile.  Abundante en malicia y picardía, difiere mucho de la procacidad.  Sus perfiles contorneados y ondulantes encajan periódicamente en el ritmo que la música les marca, acumulando de trecho en trecho espacios lentos, invitantes del romance, que varían después en carreras de compases y rematan en giros continuados, para concluir en una magnífica inmovilidad que termina con una incinación y una sonrisa.

Toda la vibración que puede emitir el espíritu colectivo en los matices exhuberantes de innata (..)otricia, con la picardía y astucia en los movimientos, con las filigranas musicales en las introducciones, y con un acento inmarsecible, propio de nuestros grupos sociológicos costeños, es inmanente al Vals Criollo, y lo lleva a convertirse en la expresión máxima del baile y la música mestizos.

Mal puede hablarse de hibridismo(1) en la música costeña, si brotan formas completamente nuevas, conculcadas de tremantes y alquitarados ritmos en la suprema fantasía de armónicos sonidos, reflejo de un alma que siente y ambiciona, con superlativo orgullo, la creación colectiva.

La morfología del Vals Criollo es única en el mundo; su estructura es un recinto de tendencias psicológicas, que abre un campo inmenso al estudio detenido y a la interpretación, al margen de las aberraciones cometidas.

...................
(1) Gustavo Le Bon.  Leyes psicológicas de la evolución de los pueblos.




Video

Alma mía
Compositor: Pedro Miguel Arrese (Piura 1912 - 1987)
Voz: Arturo "Zambo" Cavero
Guitarra: Oscar Avilés
subido por Oscar Luna


El día que me olvides alma mía,
no se si existirás en mi penar,
al verme solo triste, abandonado
mi vida la haría yo arrancar,
mi vida la haría yo arrancar

Hay golpes que se reciben con resignación
hay golpes que el destino da sin compasión
pero cuando se pierde un cariño
no hay nadie que calme este dolor,
no hay nadie que calme este dolor

Fuiste tú todo mi ser,
mi amor todo te lo entregué
el amor que te profeso, es el más puro, mujer
si los lazos que nos unen se llegaran a romper
que se acabe ahorita mismo la existencia de mi ser



Enlaces