octubre 15, 2019

Los cuatro cascos cantantes


El impacto del caballo en nuestra cultura popular mestiza hispanohablante, a nivel de las artes expresivas es de una riqueza inconmensurable.  Entre el  constante trajín de esos cuatro cascos, siempre fieles y abnegados, se crearon y re-crearon cantos, refranes, poemas, mitos y leyendas, técnicas del trajín arrieril (cómo hacer esos odres para el vino y el aguardiente, cómo fabricar y ornamentar esos ponchos, esos sombreros, esos chalecos, esas camisas, esos sacos, esas chalinas, esas polainas, esas botas de cuero, esas mantas, cómo anudar esas sogas, esos cabestros, cómo cocinar esos alimentos, cómo conservarlos, cómo transportarlos, cómo forjar esas espuelas, esos cuchillos, esas hebillas, esos herrajes, etc., etc...).

El cowboy del oeste norteamericano (por 3 siglos territorio hispano-mexicano), el charro mexicano, el gaucho rioplatense y brasileño, el huaso chileno, el llanero venezolano, entre otros similares del espacio iberoamericano, tributan a la herencia cultural de los vaqueros andaluces, en particular, de las Marismas de Guadalquivir.  A ellos se emparentan en el Perú, en un singular proceso de mestizaje de inmersión en el vasto mundo indígena, los hualaychos-qorilazos del Cusco y los k'arabotas de Puno en la sierra sur, de los que tenemos esbozo en el texto Espíritu bohemio en la inmensidad de la puna.  Otros personajes populares afines, no exactamente dentro del patrón de la cultura vaquera, sino de la centralidad del caballo en su cultura, son los morochucos de la provincia de Cangallo (Ayacucho), y los chalanes de la costa norte y centro (que  lograron desarrollar una especie de caballo de silla, adaptada a las arenas costeras).  Los hualaychos y los k'arabotas sí han sido vaqueros, vaqueros de puna.

La centralidad en la cultura popular de esos caballos fieles e incansables, se plasmó por siglos en la vigencia de la actividad arrieril.  Fueron los arrieros, cuya memoria aún permanece viva  en la niñez de los abuelos, los  mayores articuladores de nuestros rasgos en común, entre los que sobresale el canto.  Cómo explicar de otra manera que nuestros sentidos yaravíes melgarianos, nuestros huaynos y valses, se cantaran o re-crearan a tan grandes distancias, desde el noroeste argentino hasta el actual Ecuador.  Dentro del cancionero popular del arriero, son incontables los temas dedicados a su fiel compañero:

Caballito mala cara
mala suerte habías tenido
Duenochayqui preso canan 
cama piraq mayraq sillayucusunqui...

Caballito, caballo mañoso
caballito, caballo brioso
llévame, llévame
a tierras lejanas...

Mi cawallo y mi mujera
se han perdido al mismo tiempo
yo no lloro por mi mujera
mas mi lloro por mi cawallo...


La cultura mestiza hispanoamericana, y del oeste de Estados Unidos le debe un lugar principal a la herencia de la doma vaquera andaluza (cf. este video), un aspecto poco relievado, valorado y divulgado en su real magnitud, pues bien sabemos que ser "moderno" hoy en día, implica no querer  tener memoria histórica, y repetir  los tópicos anti-hispanos de siempre, sin asomarse a revisarlos siquiera.  Un autor que ha investigado la doma vaquera y su proyección en América, es Borja Cardeluz [cf. este vídeo y este otro].

Algunos aspectos de la cultura vaquera implican violencia sobre el animal domado, según nuestros estándares actuales.  Eso está sobre todo en los protocolos del rodeo, que implican aspectos rituales y competitivos a la vez, de enorme efecto catártico y de cohesión social.

// m. cornejo d.




El caballo chumbivilcano
Auspiciado por la Universidad Inca Garcilaso de la Vega
subido por Folklore Peruano




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